Me dijo de pronto que lo nuestro acabó. Desde el baño me lo dijo. Estaba sentada en el inodoro con un cuaderno y un lápiz. Ella es joven pero tiene costumbres de vieja. Por ejemplo. Eso de mear, escribir y hablar al mismo tiempo. Yo podía verla porque no cerró la puerta. Ese tipo de intimidad no es raro en las parejas. Sos egoísta, me dijo. Pensás nada más que en vos y en tu blog. Querés hacerte famoso entre las chicas. Pendejas de mierda. Yo la oía desde la cama, cubierto apenas por el acolchado gris que me trajo de Cali. Intenté leer o fingir que leía. Intenté hacer como si nada. Fue inútil. Ella siguió acusando desde el inodoro. Las piernas entreabiertas, las medias bajadas hasta los pies, todo tan raro e imprevisto en la mañana de un viernes. Ella me dijo de pronto que lo nuestro, porque lo llamó así, lo nuestro, había terminado. A continuación cerró la puerta del baño y se puso a llorar bajito, como si recordara.
L.
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