Cualquiera que piense algo está mal visto. De inmediato se dice que es un amargado, o, peor, un imbécil que se cree no sé qué. ¿Borges es complicado? Entonces no lo leo. ¿A Lacan no se le entiende? Entonces leo a Paulo Coelho que es clarísimo. ¿Freud descubre el inconsciente y habla de sexo? Entonces chau psicoanálisis. Esto no es de ahora. Hace poco menos de tres mil años vivió Heráclito de Efeso, un filósofo presocrático. Que nadie se asuste. No voy a hablar de filosofía ni de nada que haga pensar ni siquiera un poco. Esto es un blog y la función de los blogs es divertir a la gente. Aun así voy a decir algo. A Heráclito se lo conocía como el oscuro. ¿Por qué? Porque hablaba mediante parábolas no siempre comprensibles. El oscuro. Pero, qué pena, todo verdadero pensador se caracteriza precisamente por su oscuridad. Por no ser claro. El tema da para más. Cicerón opinaba que Heráclito se hacía el difícil para mandarse la parte. Hegel no se quedó atrás. Dijo que Heráclito tenía un estilo descuidado y que usaba un lenguaje primitivo. Como sea. Yo, al menos, soy heraclíteo, es decir, un modesto pero ferviente seguidor del oscuro. No voy a decir por qué. No vaya a ser que sea expulsado para siempre del mundo feliz. O quemado vivo como le pasó, justamente por pensar algo, a Giordano Bruno, un pobre infeliz.
L.
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