jueves, 30 de enero de 2014

Una flor rara

Cuando se ama a una persona se aman también sus olores, sus fallos, sus torpezas, sus angustias, su soledad, su miedo, sus pequeñas traiciones. El amor es promiscuo. Es un baño con la puerta abierta. Sucio y bendito a la vez. Si es puro no es amor. Cuando se ama a una persona se aman también sus fantasías con otro u otra. Amamos esas fantasías aunque duelan porque también son parte del conjunto. O porque el ser querido incluye la humana tentación de desviarse e incluso abandonarnos. Amamos también esa tentación. El amor, cuando es digno de ese nombre, es incierto y efímero como una flor de alta montaña. Una flor rara, puta, deslumbrante.
L.

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