Entran españoles a este blog. No son muchos pero son. A algunos los conozco de otros tiempos. Uno de ellos, Pep, es compañero del alma. Los demás son completos desconocidos. No conozco España. Apenas pasé una vez por el aeropuerto de Barajas, camino a Lisboa. Para hacer tiempo tomé un subte y conocí el pueblo del mismo nombre. Barajas. Es un lugar tranquilo donde viviría perfectamente. No llegué a Madrid. Pero bueno. Cada vez que pienso en España pienso en la Guerra Civil, en García Lorca, en Miguel Hernández, en Serrat, en la película Solos en la madrugada y en un tal Rajoy. También en los indignados, en los ojos de Penélope Cruz, en algunas películas que me marcaron para siempre como, por ejemplo, Furtivos. O en Morir en Madrid, uno de los mejores documentales que vi jamás. Hay otras cosas. El fandango, que no sé qué es. El flamenco, los toros, todas las tonterías con las cuales el turismo intenta encorsetar a esa península misteriosa. Pienso en Colón. Pienso en Alvar Nuñez Cabeza de Vaca y en Miguel de Unamuno. Pienso en lo que pudo haber sido el mundo si no hubiese terminado como terminó. Tengo ahora un amigo argentino que vive en Andalucía y escribe cuentos. Se enamoró de una mujer de allá. La gente se enamora y viaja. Eso es raro. Hay mucha gente dispuesta a cambiar su vida con tal de tener amor. Supongo que hace bien. Yo estoy enamorado de España y estaría dispuesto a viajar hasta allá y quedarme todo el tiempo que haga falta. Eso dice alguien en Los amantes del círculo polar. Y punto. Ya fue suficiente. Bienvenidos españoles a este espacio en extinción.
L.
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