lunes, 20 de enero de 2014

Desde el jardín

Resulta difícil evaluar en caliente la importancia de lo que hacemos. Mejor hacer las cosas por el puro placer de hacerlas y sin pensar en resultados. La escritora estadounidense Emily Dickinson (1830-1886) pasó la mayor parte de sus 56 años en una casa con jardín situada en Amherst, Massachusetts. No se movió de ahí. Los vecinos sentían lástima por ella. Tan sola, bella e inútil. Tras su muerte la hermana encontró casi dos mil poemas en un baúl de la habitación. Excepto cinco textos aparecidos en revistas, tres de ellos publicados sin su firma y uno sin que la autora lo supiera, toda la obra de Emily permaneció inédita. Hoy nadie discute su grandeza y sus libros son muy buscados. Yo soy nadie -escribió-. ¿Quién eres tú? ¿Eres nadie también? Vestida siempre de blanco vivió sigilosa y murió olvidada. No evaluó en caliente el valor de lo que hacía. No se tentó.
L.

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