sábado, 22 de septiembre de 2012

Desnudos en el museo


De paseo por el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires observo la gran cantidad de desnudos que pueblan las paredes e iluminan las obras de Gauguin, Modigliani, Degas, Rodin, el argentino Eduardo Sívori y tantos otros artistas. Los visitantes se detienen un largo rato frente a glúteos brillantes, pezones en leve ascenso, sexos naturalmente expuestos, pelitos y pelos ubicados justamente ahí. Me pregunto por la diferencia entre estos desnudos y los que se ven en las tapas de algunas revistas que se venden en los quioscos. Me pregunto también por qué atraen tanto los cuerpos sin ropas y pienso acaso en el poder de lo evidente, de eso que el desnudo vuelve visible entre tanto fingimiento. Veo El nacimiento de Venus, de Boticcelli, esa luz femenina y esencial que actúa sobre el observador como una droga o un imán. El desnudo artístico, forma posible de la verdad velada y develada, habla también de un estado de carencia, privación, indigencia infinita. Evoca nuestra propia desnudez cuando llegamos al mundo. Configura esa nada que conmueve y es la fuente más perturbadora y vibrante de la vida.
L.

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