El sabor de una manzana no está en la manzana misma. El señalamiento podría enriquecerse si recordamos que la manzana, cualquier fruta en realidad, no posee un sabor en sí misma. El sabor, naturalmente, tampoco habita en la boca de quien la come o la muerde. Para que se produzca el milagro del sabor es necesaria la fusión entre la manzana y la boca. Algo parecido pasa con el beso y el amor. Ninguna boca lo asegura en sí misma. Tampoco dos. Hace falta siempre una tercera cosa que nadie sabe qué es. Lo mismo sucede también con escritura literaria. La calidad de un texto no es una propiedad del texto. Requiere del encuentro de las palabras y el lector. Depende de una tercera cosa que nadie sabe qué es.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario