Algunos critican a los indignados españoles y de otros países. Dicen con razón que su desprecio por la política en general termina beneficiando a lo peor de la democracia. Dicen que la indignación no representa ningún valor transformador y que mejor sería afiliarse a un partido, participar de elecciones cada cuatro años y el resto del tiempo dedicarse a copular, soñar o escuchar quintetos de Mozart. No pienso así. Me considero indignado aun sin tener la menor formación política. Pienso que hay que salir a las calles y dejar atrás las pantallas y a las bandas de canallas. Indignarse ante la injusticia es un primer paso. Y en cuanto a lo que viene después, ¿quién lo sabe?
L.
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