martes, 30 de junio de 2009

Tao

Al nacer el hombre es blando y débil. Al morir es duro y rígido. Las plantas y los árboles son tiernos y frágiles cuando nacen. Al morir quedan secos y raquíticos. Por eso lo duro y lo rígido van camino de la muerte. Lo blando y lo débil van camino de la vida.
Lao Zi

domingo, 28 de junio de 2009

¿Amor o espejismo?


Algo no funciona bien entre hombres y mujeres. Unos y otros aspiran a la fusión total pero la vida se obstina en contradecirlos. Un mínimo roce alcanza para agrietar la esfera. Lo que prevalece es un doble monólogo de cuerpos y almas. Tanto se habla, se canta, se sueña y escribe sobre el tema que finalmente cabe una sospecha: ¿no será la supuesta maravilla del amor una estafa para seducir a incautos?
L.

viernes, 26 de junio de 2009

El manto

Si no fuera por la noche, jamás habría visto una luciérnaga. Apareció de repente, ondulando en la oscuridad que yo misma había perseguido cuando los otros celebraban el fin de algo. El ruido, la música, la pólvora. El mundo se diluyó en ese instante en que la fragilidad se hizo luz. Y mientras ella tejía un manto invisible, me di cuenta que todo en mí sería invierno.
A.

Playa Invierno I


¿Quién es más fuerte? ¿La arena o el mar?

Playa Invierno II

Me habían advertido que no hay brisa en Playa Invierno. Calles de arena, un surtidor abandonado y una canoa bautizada así es mi destino. Atrás se veía un pescador con gorro de paja. Lo sujetaba con la mano como si se fuera a volar. La mujer y yo caminamos en silencio. Cuando llegamos a la casa dejamos el equipaje y abrimos al azar una canilla. Ni una gota. Nos recostamos sobre unas cuchetas que alguien había dispuesto en el cuarto de dormir. Ella me detuvo con firmeza. Tendrás que esperar. Regresé más tarde y encontré sobre la mesa una jarra de agua fría. Algo empezó a soplar desde algún lado. La ventolina emanaba del cuerpo desnudo y no de la costa brava. Permanecí tenso. Pensé: así es mi destino.
L.

Inverno - Adriana Calcanhoto

jueves, 25 de junio de 2009

Aguas de junio

Hay una hora de un día de un mes de un año en que los ríos corren sin orden ni lecho ni puente. Nadie nada nunca en aguas que inundan la boca de un mundo cerrado. Y lo que sigue a lo que viene, ¿quién lo sabe?
L.

Aguas de março - Elis Regina

miércoles, 24 de junio de 2009

Migraciones

Sé que le gusta barrer las hojas de otoño. Cierro los ojos. Imagino la puerta gastada, la sombra de sus pies y el sonido de la escoba arrastrando despojos amarillos. Me doy cuenta que recordar es un acto cargado de erotismo. Abro los ojos. El letrero electrónico sigue inmóvil. Uno de los funcionarios de Migraciones le hace señas a un compañero para que salgan a fumar un cigarrillo. Un niño patea los pies de su padre y luego llora. Cierro los ojos.

martes, 23 de junio de 2009

Cada minuto que pasa


Las cosas obedecen al soplo vital. Se nace para gozar. Y gozar ya es nacer. En cuanto a mí nada sé. Lo que tengo me entra por la piel y me hace actual sensualmente. No quiero sacrificar mi día de hoy por el de mañana. Estoy un poco asustada. No sé adónde me llevará esta alegría suelta como un caballo. Quisiera sacarle una foto a este instante. Hoy es martes y este martes está hecho del más puro aire y la más pura felicidad. Cada minuto que pasa es un milagro que no se repite.


Clarice Lispector

lunes, 22 de junio de 2009

Lunes


La madera de mi puerta se gasta en recuerdos. La cerradura no. Todas las llaves del mundo quisieron violarla con amores y trampas. Pero ella sigue intacta. La madera ha visto demasiado. Miro una vez más por el ojo de la cerradura. Del otro lado me observan ojos nuevos. Es lunes. No todo está perdido.
L.

domingo, 21 de junio de 2009

Sed

Hace un año que no llueve y el mar –a miles de espejos de distancia- tiene la culpa. En las quebradas se alojan miradas agónicas. De la ceiba que crecía en medio del lago solo queda un tronco hueco. Hasta los mosquitos decidieron huir a tierras menos hostiles y las libélulas, cansadas de perseguir fantasmas, mueren de agotamiento en la carretera.
A.

sábado, 20 de junio de 2009

Viento


Tomé esta foto en la costanera sur de Buenos Aires. Dos plumerillos. Cielo. Nubes. Algo que ha sido y no es. ¿Le habré sacado una foto al viento?
L.

viernes, 19 de junio de 2009

Lejana

Callada y leve como ala invisible
imposible y lejana
tierra que nadie ha nombrado.
L.

jueves, 18 de junio de 2009

Romaria - Elis Regina

Álbum

Tanta gente en las primeras páginas. Fotos, paisajes, bodas, peces, mentiras formuladas con sobria elegancia. De pronto se van todos y la vida se reduce a un único elemento.
L.

miércoles, 17 de junio de 2009

Caminata nocturna


A esa hora corre el viento y la Plaza de Mayo está cubierta de neblina. Alguien silba una canción para no sentirse solo. Intento encontrar diferencias. Los hombres deslizan papelitos a los hombres. Las mujeres fuman y caminan con desespero. A veces mis ojos no aguantan y me distraigo viendo las carteleras de cine. Quiero un bosque, pero una canción me trae de vuelta a Corrientes. Nunca un tango me había sonado tan poco argentino.
A.

lunes, 15 de junio de 2009

Gacela


Caminaba en silencio por la playa cuando encontré una gacela que dormía: ojos de nuez, pelitos finos, cejas resueltas en líneas desgarbadas. Sin hacer ruido giré en torno al animal de boca singular y patas largas. Me quedé quieto. Casi mudo. Pero la prudencia fue inútil. La gacela despertó, avanzó hacia mí y ya no supe qué hacer. Mientras pensaba en cosas vagas –un sonido de violín en el desierto- me senté en un manto ennegrecido por el humo. Las gacelas no lloran. Las gacelas no aman. Ella olió mi camisa, tembló al ver mis manos en declive, se hundió como una lámpara en el cielo. Transcurrieron las horas, los años, los peces. Por un instante quise escapar. Pero al final seguí esperando la noche inminente. Con la última luz dibujé palabras que una ola menguante alcanzó a borrar. Ahora la gacela y yo caminamos juntos por la orilla. No le hacemos mal a nadie. Pero hay alguien, sin embargo, que apunta desde lejos directo al corazón.
L.

domingo, 14 de junio de 2009

A veces

Deprimo y reprimo. Esa es la historia de mi vida. Me cuesta sonreír en las fotos, decir te amo, pedir perdón, llamar por teléfono. A veces -casi siempre- solo quiero desaparecer.
A.

sábado, 13 de junio de 2009

Entre los muros

Alumnos expectantes, demandas, muecas de hastío. Entre todos van a matarme un día. O me harán resucitar. Manos levantadas, pizarrones, apuntes, clases que convierto en brutal provocación. Una bala perdida acierta de pronto en el corazón del bosque. El instante deviene sagrado ritual. Después el aula se vacía por completo. El personal de limpieza disuelve el eco de los ecos. Se apagan las luces. Termina el show. Por qué no ir de una vez a la playa desierta de lecciones. Ruido de sillas, bromas por lo bajo, manos que se estiran con papeles donde marqué errores de amores insalvables. Casi a los gritos me levanto y digo que no al mal uso del pretérito imperfecto, fallido y falaz como el sol negro de los recuerdos amados.

L.

jueves, 11 de junio de 2009

La Candelaria



Casas con tejas de barro. Olor a café y canela. Si llueve, se formarán algunas quebradas inofensivas. Si está despejado, cobrará vida la promesa de un hermoso atardecer. Al oriente, los cerros: el límite natural de una ciudad que suele tragárselo todo. Al occidente, la civilización ruidosa. El norte y el sur cobran sentido sociológico y geográfico en ese punto en el que alguna vez habitaron virreyes y próceres de la independencia. Ahora son los artistas –reales o imaginarios- y los estudiantes los que caminan por sus calles empedradas. También suelen aparecer mujeres con la intención de aprender a fotografiar lo que ya está suspendido en el tiempo. Ese es el origen de esta imagen.

A.

Atrás de la puerta

Teillier, entre una y otra oscuridad


El poeta chileno Jorge Teillier (1935-1996) fue guardián del mito a la espera de tiempos mejores. Dejó en su obra un puñado de cerezas, efímera llama que tiembla entre una y otra oscuridad. Se enamoró, escuchó discos viejos, leyó a Julio Verne, gastó sus codos en todas las tabernas. Murió en una clínica de Valparaíso despidiéndose de sus poemas, a los que definió como un poco de aire movido por los labios/ palabras para ocultar quizás lo único verdadero/ que respiramos y dejamos de respirar.
L.

miércoles, 10 de junio de 2009

Carta a Mariana



¿Qué película te gustaría ver?
¿Qué canción te gustaría oír?
Esta noche no tengo a nadie
A quien hacerle estas preguntas.
Me escribes desde una ciudad que odias
A las nueve y media de la noche.
Cierto, yo estaba bebiendo,
Mientras tú oías a Bach y pensabas en volar.

No creí que iba a recordarte
Ni creí que te acordarías de mí.
¿Por qué me escribiste esa carta?
Ya no podré ir solo al cine.

Es cierto que haremos el amor
Y lo haremos como me gusta a mí:
Todo un día de persianas cerradas
Hasta que tu cuerpo reemplace al sol.

Acuérdate que mi signo es Cáncer,
Pequeña Acuario, sauce llorón.
Leeremos libros de astrología
Para inventar nuevas supersticiones.

Me escribes que tendremos una casa
Aunque yo he perdido tantas casas,
Aunque tú piensas tanto en volar
Y yo con los amigos tomo demasiado.

Pero tú no vuelves de la ciudad que odias
Y estás con quien sabe qué malas compañías,
Mientras aquí hay tan pocas personas
A quien hacerles estas simples preguntas:

¿Qué canción te gustaría oír?
¿Qué película te gustaría ver?
¿Y con quién te gustaría que soñáramos
Después de las nueve y media de la noche?

Jorge Teillier

martes, 9 de junio de 2009

Muelle y viento

Elis Regina, la mayor cantante de Brasil, se suicidó un 19 de enero al mediodía, un martes creo, hace 26 años. Su voz -al igual que la de Milton Nascimento y Chico Buarque de Hollanda- me acompaña desde siempre. En el video que se ve a continuación puede sentirse la profundidad, la sensibilidad infinita de esa estrella fugaz y definitiva que fue Elis. La canción habla de un muelle (cais, en portugués), de un muelle que inventa el viento de los sueños, de la incierta felicidad que podemos sentir en una orilla cualquiera del mundo frente a un mar inalcanzable como todo absoluto.
L.

lunes, 8 de junio de 2009

Cais - Elis Regina

Chinchillas griegas

Dos guerrilleros de camuflado azul vigilan la plaza. Algunos turistas se acercan a ellos, toman fotos y ríen. Empiezo a caminar más rápido por la calle de los anticuarios. El hombre gordo que entrega papelitos señala un graffiti. Chinchillas griegas. Pequeños insectos verdes que presagian la lluvia. Si en Camboya no funcionó acá será un desastre, pienso. Una mujer vestida de negro, que yace frente a la entrada del subte, repite como un eco: será un desastre. Quiero decir algo pero no puedo. Del esfuerzo van cayendo mis dientes. Los recojo no a uno y me los pongo sin pensar en el orden. Algunos quedan flojos pero no soy capaz de abandonarlos sobre el andén. Los guardo en el bolsillo y sigo caminando hacia la finca. Llego en poco tiempo. Veo a mi abuela sentada en la silla de mimbre, a mi padre más joven destapando botellas de cerveza. Mi tío Héctor me pregunta si quiero bailar y le digo que no. Se acerca Giovanni. Él todavía es un niño. Me toma de la mano y me lleva hacia los pastizales. ¿Volveremos a buscar tortugas?, le pregunto horrorizada al notar que mi voz es la de una mujer. Él permanece en silencio. Lo sigo y recuerdo que mis dientes están en el bolsillo. Pienso que así no querrá besarme. Llegamos a un claro, cerca al río. A lo lejos se escucha el sonido de las guitarras y la risa de mi familia. Chinchillas griegas, dice Giovanni, señalando un letrero pintado en una pared blanca. Estoy asustada. Seguro que alguien nos verá. Él se aproxima cada vez más y sonríe. Luego se detiene a una distancia lo suficientemente cercana para no confundir su respiración con el viento. No importa cuanto tiempo pase, le digo. Seguirás siendo un niño.
A.

domingo, 7 de junio de 2009

Georgia


Cuando la saqué del hospital se puso más agresiva que de costumbre. La locura está afuera, dijo en voz baja. Afuera. Pasaban los autos y Georgia llevó sus manos a la cara. Fue un gesto instintivo como cuando se tapaba los ojos o corría pegando saltos de gimnasta en la vereda. Sus hombros no soportaban el mundo: los pasos apurados, las radios, los gritos, la frialdad generalizada. Ella moría de cosas así. Nunca supe bien qué le pasaba. Un día me ofrecí a sacarla de los pabellones donde ni siquiera había cortinas en las duchas. La locura está más allá de las cortinas.
En el parque amenazó arrojarse sobre unas palomas. Ella tenía una demencia infalible que me asustaba y a la vez me atraía. Yo creo que la amaba. Cuando tomaba sol en el patio hacía algo raro con los dedos, como si tejiera en silencio una trama invisible. En el cuarto de internación coleccionaba unos recipientes pequeños, llenos de un líquido transparente. En el centro solía haber una virgen, un paisaje, una sirena. Si uno sacudía el objeto empezaba a caer una especie de nieve en forma de copos ligeros. Georgia tiene el pelo como líneas de crayones dibujados en la frente; usa polleras largas (de vieja) y habla de trenes que van y vienen. Es su tema preferido de conversación. Cuando se hizo de noche, el día que la saqué del hospital, señalé una estrella que -le dije- está situada a diez mil años luz de la tierra. Eso quiere decir que tal vez no exista hoy. Puede haber estallado hasta convertirse en un agujero sin fondo. Estamos viendo el pasado, concluí. ¿Y cómo era yo hace diez mil años?, preguntó Georgia sin dejar de mirar hacia arriba y tejer agujas con los dedos. Cuando el cielo empezó a nublarse traté de hacerle entender que en ese tiempo ni siquiera existíamos. Inesperadamente lloró íntima y secreta. Entonces la abracé como queriendo armar un refugio que la salvara del desastre. La locura está afuera, Georgia. Afuera.

L.

Mi confederación


Esta es la quinta autobiografía que he escrito en cinco días. Es decir, ha habido una Andrea por día. El sábado era una Andrea despechada, profundamente herida por la pérdida del primer amor. Para ella el evento más importante de su vida fue el primer beso, que llegó tardíamente, hace cinco meses, y su primera borrachera, aún más tardía, que ocurrió hace un mes.
Sin embargo, al leerla, me di cuenta de que una traición no podía convertirse en la historia de mi vida, a menos de que decidiera ensanchar la lista de crímenes pasionales que ya tiene asustadas a las autoridades de mi ciudad: en el último mes se han presentado en Bogotá más de 10 asesinatos por despecho.
El domingo salió a la luz una Andrea pragmática. En ese momento, mi vida estaba definida por los hechos cronológicos que suelen ser comunes a todos. Nací el 30 de mayo de 1983, soy la tercera hija de cuatro que conforman mi núcleo familiar. Estudié Derecho y luego hice una especialización en periodismo. El destino se encargó de juntar ambas profesiones: desde hace dos años trabajo en un periódico para abogados y, ocasionalmente, colaboro con una revista para hombres que tiene el título sugestivo de DONJUAN.
Toco el piano, me encantan la salsa y el jazz, el tango y los boleros. Sé inglés y francés, y un poco de holandés. Mi mayor pasión es la lectura y el mayor capricho un perro labrador.
El efecto lunes tuvo un impacto en la autobiografía de la Andrea pragmática. Cuando llegué a la oficina me encontré con un grave problema: un notario me acusó de haber provocado un intento de secuestro en su contra, por haber hecho un artículo en el que aseguré que los notarios ganaban el doble de lo que ganaba un alcalde.
Al darme cuenta de esa situación, escribí una autobiografía en la que me descargaba en mi contra, por haber sido perezosa y no haber consultado más fuentes; por creer que vivía en Suiza y no en Colombia; por olvidarme que existía una realidad que trasciende las fronteras de mi ciudad natal. Esa Andrea se calificó como una “burguesa que aparenta tener conciencia pero que, en realidad, utilizaba la humildad como forma para esconder su ego”.
La Andrea autocrítica murió para darle paso a la Andrea idealista. En ese momento recordé el día en que descubrí mi destino, luego de cuatro años de frustración como estudiante de Derecho.
Mientras escribía recordaba mis primeros encuentros con el periodismo: aquella ocasión en la que, a pesar de mi timidez extrema, visité los almacenes de alta costura para probarme toda la ropa que pudiera caber en mis caderas prominentes y mi cintura estrecha; la ocasión en la que estuve llamando a un importante empresario durante varios días seguidos, a pesar de la fobia que le tengo al teléfono; aquella vez que pasé una tarde entera conversando con un soldado retirado que había sido espía del partido comunista clandestino.
Al decidir ser periodista y no abogada confronté a mis padres, quienes, preocupados, comenzaron a dudar de mi cordura. Siempre me destaqué por ser una niña disciplinada, juiciosa y poco dada a los riesgos; la más correcta de los cuatro hijos que habían traído al mundo.
Mi conducta, sin embargo, dejaba entrever que el fantasma del inútil de la familia, el cuál había hecho presencia en más de tres generaciones en forma de un bisabuelo boxeador, un tío abuelo cantante de tangos y tío brujo cleptómano, me había elegido a mí como su próxima reencarnación.
Finalmente llegó el miércoles; una nueva Andrea asomó su rostro a través de las palabras que he escrito. Conversando con una amiga recordé un pasaje del libro de Antonio Tabucchi Sostiene Pereira¸ en el que uno de los personajes, un médico siquiatra, habla con el protagonista sobre la teoría de la confederación de las almas:
“Creer que somos “uno” que tiene existencia por sí mismo, desligado de la inconmesurable pluralidad de yoes, representa una ilusión, por lo demás ingenua, de la tradición cristiana de un alma única; el doctor Théodule Ribot y el doctor Pierre Janet ven la personalidad como una confederación de varias almas que se pone bajo el control de un yo hegemónico (…)”
Más adelante, sigue la explicación sobre la teoría defendida por los médecins – philosophes:
Lo que llamamos la norma, o nuestro ser, o la normalidad, es sólo un resultado, no una premisa, y depende del control de un yo hegemónico que se ha impuesto en la confederación de nuestras almas; en el caso en que surja otro yo, más fuerte y más potente, este yo destrona al yo hegemónico y ocupa su lugar, pasando a dirigir la cohorte de almas, mejor dicho, la confederación, y su predominio se mantiene hasta que es destronado a su vez por otro yo hegemónico, sea por un ataque directo, sea por una paciente erosión”.
Me estaba asustando. Cinco almas se han manifestado hegemónicamente en mí en estos últimos días. La enamorada, la pragmática, la autocrítica y la idealista. Hasta que, finalmente, apareció un alma constante, aquella que se refugia en los libros para entender el mundo, la que ha encontrado en las palabras la mejor manera de vivir o, a veces, de evitar la vida.
A.

sábado, 6 de junio de 2009

Preguntas

¿Para qué un blog? ¿Para jactarnos de algo? ¿Para compartir con otros el sinsentido de la vida? ¿Un blog es el espectáculo de la intimidad? ¿No soportamos estar solos, desnudos y desamparados? ¿Necesitamos, por eso, hacer pública esa angustia? ¿Queremos buscar a alguien que se ha perdido? ¿Encontrar la salida? ¿Diferenciarnos del resto? ¿Sumarnos a la tendencia de los tiempos? ¿Salir del anonimato?

Sobrevolamos el océano. Estamos cayendo en picada. Quedan pocos instantes previos al hundimiento. ¿Qué hacer antes del final? ¿Pedir ayuda? ¿Rezar? ¿Escribir un blog? ¿Retroceder en el tiempo y suspender el viaje para siempre?

viernes, 5 de junio de 2009

Pescadores

La forma de los árboles
ya no es sino el leve recuerdo de su forma,
una mentira inventada
por la turbia memoria del otoño.
Jorge Teillier