Es difícil cuidar al otro/a. Es muy pero muy fácil descuidarlo/a. Una palabra de más, un gesto feo, una presencia demasiado parecida a la ausencia y listo, se acabó, cortado el lazo. Cuidar al otro/a en cambio es más complicado. No se puede ser siempre espontáneo, a veces incluso hay que fingir un poco, pero qué bueno a la larga es cuidar un lazo que costó tanto armar y sostener. Como esos puentes de frágiles cañas que siguen uniendo orillas a punto siempre de caer sobre las aguas. Es como si el mundo dependiera de un finísimo cabello. Con más razón. Cuidarlo.
L.