domingo, 6 de diciembre de 2009

La vida es ahora


Cada día es el último. Cada beso. Cada gesto. Preferimos no vivir las cosas con semejante intensidad. Suponemos que habrá segunda chance para todos. Creemos que esto es el ensayo y luego vendrá la función principal. Por eso postergamos indefinidamente lo que deseamos. Por eso especulamos con brillantes acciones a futuro. Por eso pensamos que mañana o pasado ocurrirá el tan esperado milagro. Pero cada día es el último. Definitivo es el beso. Y cada gesto se deshace en el acto mismo de su preparación.

L.

4 comentarios:

  1. La postergación es algunas veces una excusa para justificar la inacción sobre todo si hay un cambio implícito, otras sólo una demora. Pero cuando es indefinida y el día de la función no llega creo que el temor a perder el objeto amado, el dolor ante lo efímero de la felicidad obra de barrera impidiendo la conquista de aquello que deseamos. Nuestro deseo postergado vive así protegido en nuestra ilusión.
    Graciela B

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  2. Hace unos años pensaba que era así. Que cada cosa sería mejor mañana, que ocurriría el milagro, que el futuro sería distinto por sí sólo.
    Hoy pienso que cada minuto es el último, que lo que no hice no lo podré hacer jamás, que no hay vuelta atrás en este reloj y que si no lo concreto (lo que sea que quiera) ya no habrá otro momento más que este.

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  3. Pero no todos tienen conciencia de que cada día es el último. Al contrario: casi todos viven pensando que son eternos. Pero nadie es eterno. Ni siquiera el planeta lo es. Así está la gente. Así está el planeta. Adhiero al post.
    René

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  4. Atrás de la postergación vive el miedo egocéntrico, agazapado esperando ver un rayo de luz para agrandarse y dejarme paralizada, mirando la vida por la rendija de la puerta.
    Repitiéndome una y otra vez la misma frase como un loop.
    e

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