sábado, 8 de noviembre de 2014

La mano

Dice Ribeyro que lo primero que conocemos de una mujer es la mano. Cada dedo se va individualizando y después cada uña, cada arruga, cada imperceptible lunar. La mano es luego conocida por los labios. Entonces se añade un sabor, un sudor, una consistencia. Y qué decir del brazo, del hombro, del seno, del muslo y tantas cosas más. Apollinaire habla de las siete puertas del cuerpo femenino. Ribeyro dice que la cifra, entre fisiológica y arbitraria, es intranscendente. El cuerpo de una mujer, al igual que el mar, no tiene puertas.
L.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Raymond y Tess


Paula y yo somos escritores. Es la primera vez que me animo a decirlo. Es cierto que Paula no publicó nada aún y también es verdad que hay cuatro o cinco libros que llevan mi nombre en la tapa. No es necesario aclarar que eso carece de toda importancia. Voy a decirlo de nuevo entonces ahora que estoy animado. Andrea y yo somos escritores. Porque Paula es Andrea y yo invento historias en este espacio con ambas muchachas que en realidad son una o varias o quién sabe. ¿Y a qué viene esto? Yo estaba leyendo una nota en un diario viejo donde se habla de Raymond Carver (1939-1988) y de su viuda, la poeta estadounidense Tess Gallagher. Raymond y Tess (foto) se enredaron en una historia amorosa que duró diez años exactos. Poco antes de morir de un cáncer de pulmón Carver calificó a ese período como una especie de yapa o propina que tal vez no merecía. Antes de separarse por culpa de la señora muerte ambos se casaron, sintieron la proximidad de Chéjov, el autor ruso admirado por ambos, escribieron, viajaron un poco, fueron a caminar por la orilla de algunos ríos. Luego del sepelio Tess rescató varios cuentos y poemas desconocidos de Carver y los publicó. Todavía quedan cosas inéditas. Ella continuó con su producción poética aunque ya sin la presencia, también poética, del autor de Catedral. Pero este posteo empezó de otro modo y no sé por qué se desvió. Andrea y Paula escriben en torno a evocaciones colombianas y lo hacen, las dos, con una sensibilidad inusual. Acá, en el blog, se pueden leer unos veinte relatos de ella. Por mi parte pierdo tiempo en Suspendelviaje y en algunos textos sin género que por lo general abandono por la mitad. En síntesis. Andrea y yo somos una pareja de escritores. A ella le gustan las comas y yo las detesto. Eso no impide que pasemos juntos la noche o que leamos a Onetti con la misma devoción. Y dado que somos escritores no hablamos jamás de literatura. No hablamos de nada en realidad, una señal demasiado evidente de que más acá de la vida y más allá de las palabras nos queremos e incluso nos amamos...como Raymond y Tess.
L. 

El sol es verde

La vida se aparta del sentido común y la esencia del mundo nada tiene que ver con su apariencia. El cielo no es azul sino negro. El sol es verde y no sale ni se pone. Se mueve en el espacio a una velocidad de 220 kilómetros por segundo. La luna no tiene luz propia sino ajena. Las nubes no contienen vapor sino ligeras gotas de agua. No hay agujero de ozono sino un adelgazamiento creciente de la capa formada por ese gas. La niebla no se levanta. El rocío no cae. Ni siquiera es blanca la nieve. El 80 por ciento del universo está compuesto por materia oscura y nadie sabe de qué está hecha. Habitamos un mundo desconocido. No vemos átomos por ningún lado. Tampoco neutrinos. Pero es casi todo lo que hay y nos compone. Átomos. Neutrinos. Añoramos algo sin nombre ni lugar. Vivimos y no sabemos qué es la vida. Amamos y no sabemos qué es el amor.
L.  

jueves, 6 de noviembre de 2014

Estrella fugaz

Nunca se sabe si ella está del todo o solo en parte y en partes. Argumentos no le faltan, claro, la facultad, pilates, las salidas en bicicleta por el malecón, los encuentros de militancia y lecturas poéticas, las noches de baile y besos y encantamiento. A veces le digo estrella fugaz. Le digo efímera. Le digo que nunca se queda conmigo en ningún lado. Esa historia de los viajes, además, la idea de no estar nunca en un solo lugar y repartirse como pétalos y peces en tantos mares a la vez, no sé, nunca se sabe si está del todo o solo en parte y en partes. Me duermo a veces con su nombre en la boca. Estrella fugaz, le digo. Le digo efímera. Y le digo también que la amo.
L.

Silvia