domingo, 2 de noviembre de 2014

Día de los muertos

Quizás la muerte existe para que podamos olvidarla. O para no recordar tanto y a tantos. O para vaciarnos un poco de esa vida que se mete hasta en lo más oculto y secreto de la ropa interior. En México, Bolivia, Guatemala, el norte argentino y otros lugares no hay una visión trágica o fatalista del asunto. Al contrario. La gente va en masa a los cementerios con comida, flores, bandas musicales, ropas de domingo, velas. Los muertos amados son homenajeados con escaleras de pan por las cuales pueden volver, al menos un rato, a las bebidas que apreciaban, a los colores y calores del amor, a las canciones tiernas y eternas. En los cementerios de Tilcara y otros pueblos y ciudades de la quebrada de Humahuaca hoy, día de los muertos, hay fiesta en los túmulos. Familias enteras usan tumbas y lápidas como mesas y ahí almuerzan, ríen, evocan y también olvidan para no recordar tanto y a tantos. Nadie está a salvo. Para todos tiene la muerte una mirada. Pero tampoco es posible caminar sin decanso entre calaveras y huesitos. Hace falta de tanto en tanto perdernos un poco de la muerte observada como amante esquiva, y llenarnos de flores así sean leves y efímeras, así sea para olerlas un poco antes de que, como todo, también ellas se marchiten.
L.

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