lunes, 3 de noviembre de 2014

Monólogo del pez


Lo que se me reprocha es ser un pez, es decir, yo mismo. Los que me acusan preferirían quizás que fuera pájaro, puma o dinosaurio. Para colmo el pez está desnudo y eso es pecado grave para los pescados. Los dueños del sentido me acusan con el dedo untado en barro. Me juzgan por las migraciones que hago contra la corriente para desovar en los ríos perdidos de Alaska. Saben que tal vez puedo morir en ese lance pero ni siquiera eso me perdonan. Tampoco me dejan circular libremente por los cauces de montaña. No puedo copular en aguas tibias. Quieren que use traje y me trague los grandes y honorables discursos. Me critican la cama y las escamas. Me reprochan la cola al descubierto y que respire por las branquias. Lo que más molesta es mi capacidad de hundirme y no ahogarme, de llorar sin que se note, de abrir la boca, bien abierta, para besar húmedo y profundo. 
Lo que se me reprocha es ser un pez, es decir, yo mismo.
L.  

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