domingo, 2 de noviembre de 2014

Contra la sinceridad

Las redes sociales -también la vulgaridad disfrazada de honesta pureza en distintos formatos- van demasiado lejos en su afán de sinceridad. Hombres y mujeres suponen que usar y compartir lo más sucio y ominoso de cada cual es conveniente en todos los casos. Sería un aporte colectivo al mundo de la verdad cruda y sin filtro. La actitud se parece demasiado a la del vendedor que va por los pueblos estafando a medio mundo con el arma sutil de la franqueza. El desnudamiento o confesionalidad no suele arrojar productos de calidad. Con no poca frecuencia lo que sale del alma es la obviedad de siempre, el lugar demasiado común, la estupidez natural. En ese marco la sinceridad suele ser una trampa sutil para los incautos del oficio. La metáfora engañosa, en cambio, el espejismo que estimula, la utopía que no se cumple pero aviva la llama, es decir, la tan denostada mentira artística, es lo único que contribuye a la verdad profunda, esa que no suele brillar tanto en los confesionarios.
L.

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