jueves, 6 de noviembre de 2014

Paula

Veo dormir y despertar a Paula después de una larga y deslucida noche y alcanzo a ver en ella una cifra casi interminable de Paulas multiplicadas en el borroso espejo del tiempo. Paula amada, Paula madre, Paula esposa, Paula puta, Paula soñada y leve y más lejana. Es inútil que crea descubrir a una única persona, es decir, a la que de pronto se resume en un solo cuerpo y espíritu donde se unen, se reúnen y fusionan las aguas del cielo y el infierno. Infinitas Paulas desplegadas en la cama doble así como son dobles o triples las figuras del deseo. La que ahora se sienta en el colchón o apoya la cabeza en la almohada que se ahueca es, en rigor, una desconocida completa. Es la mujer inabordable que ni siquiera se llama Paula. Una extraña que habla en lenguas igualmente ajenas pero que al levantarse, al fin, rara y sonámbula, vuelve a ser la única Paula que conozco. Una mujer sola y oscilante que es una y es todas y es ninguna.
L. 

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