No deja de caer el agua distribuida en gotas muy finas y alocadas. No deja de ser lo mismo que fue ayer. Todo el día y la noche de ayer, el agua, fragmentada en infinidad de puntas ligeramente pulidas, y la ciudad, convertida tal vez en mujer, dice basta, la ciudad exhausta y vencida, dice no puedo más. No puedo. Suficiente. Pero el aguacero es obstinado como un hombre en celo. Insiste, presiona, llena con denuedo cada uno de los huecos abiertos en el cielo. Hay algo que nunca deja de ser o acontecer. Hay una lluvia que no acaba jamás.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario