miércoles, 9 de octubre de 2013

Los sensibles


Los sensibles no siempre son sensibles. Lloran en el cine, en los velorios, en la calle. Todo parece indicar que se conmueven porque difunden la foto de un niño perdido en una pared o en las redes sociales, o porque levantan el puño, o porque gritan a viva voz en una marcha callejera. Pero los sensibles de verdad se ven, se huelen, se adivinan en situaciones verdaderamente críticas, es decir, aquellas donde se impone poner el cuerpo, dar sangre o dar vida a los otros, los que no llegan a la costa, entregarse a ellos así sea por un instante que es todos los instantes. Es fácil ser sensible en un museo o leyendo un libro conmovedor o escuchando un discurso falso y profundo. Lo difícil es dar en silencio y hasta ser capaz de multiplicar los panes y los peces en las condiciones menos favorables. Y no jactarse de ello. Y seguir dando y siendo y caminando.
L.

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