Paula se sienta en la cama entredormida como siempre. Está desnuda de la cintura para arriba y permanece atenta como si quisiera probar que está despierta. La miro sin hablar y le pregunto cosas de manera inesperada. ¿Ya no te gusto? ¿Ya no querés dormir conmigo? ¿Acaso te gustan otros hombres? Paula piensa en lo que va a decir. Antes bosteza. Antes se rasca la cabeza y acomoda la almohada como si quisiera volver al pasado. Sus pechos siguen empujando el aire hacia adelante. Yo te amo a ti, dice en su colombiano que por momentos parece español de Extremadura. Y tú me gustas. Eso dice. Insisto sin embargo y sin convicción. Pero hace mucho que no...Los puntos suspensivos son más fáciles de llenar que un cuerpo sin sed. Podríamos tomar un mate, dice. La idea no es mala, digo. Hablando nada se resuelve. Quizás desayunando o callando o uniendo los cuerpos otra vez bajo la sábana. Silencio. Paula cierra los ojos como si hubiera vuelto a ser la bella durmiente que hace tiempo conocí.
L.
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