lunes, 21 de octubre de 2013

Urubamba



El recuerdo es borroso. Yo iba camino a Machu Picchu y, en Aguas Calientes, justo al pie de las ruinas, había un pozo natural de aguas termales donde los europeos, hombres y mujeres jóvenes en su mayoría, se bañaban desnudos a la vista de todos. Yo era adolescente entonces y el espectáculo no me dejó indiferente. Los turistas se sacaban fotos y yo permanecía atento a esa feliz aglomeración de pechos, genitales, pelos y glúteos. Después subí hasta la ciudad sagrada y, desde arriba, pude adivinar el fino perfil del río Urubamba. Era una línea brillante apenas insinuada en el abismo sombrío y hondo. De pronto olvidé mi excitación para concentrarme en las aguas que, muy abajo, fluían veloces entre selvas y montañas. Como envuelto en humo el río se adivinaba lejano y terrible. Y todo eso ocurrió cuando el mundo era hermoso, como un cuerpo joven y desnudo, y nadie todavía estaba muerto.
L.

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