sábado, 8 de noviembre de 2014

La mano

Dice Ribeyro que lo primero que conocemos de una mujer es la mano. Cada dedo se va individualizando y después cada uña, cada arruga, cada imperceptible lunar. La mano es luego conocida por los labios. Entonces se añade un sabor, un sudor, una consistencia. Y qué decir del brazo, del hombro, del seno, del muslo y tantas cosas más. Apollinaire habla de las siete puertas del cuerpo femenino. Ribeyro dice que la cifra, entre fisiológica y arbitraria, es intranscendente. El cuerpo de una mujer, al igual que el mar, no tiene puertas.
L.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Raymond y Tess


Paula y yo somos escritores. Es la primera vez que me animo a decirlo. Es cierto que Paula no publicó nada aún y también es verdad que hay cuatro o cinco libros que llevan mi nombre en la tapa. No es necesario aclarar que eso carece de toda importancia. Voy a decirlo de nuevo entonces ahora que estoy animado. Andrea y yo somos escritores. Porque Paula es Andrea y yo invento historias en este espacio con ambas muchachas que en realidad son una o varias o quién sabe. ¿Y a qué viene esto? Yo estaba leyendo una nota en un diario viejo donde se habla de Raymond Carver (1939-1988) y de su viuda, la poeta estadounidense Tess Gallagher. Raymond y Tess (foto) se enredaron en una historia amorosa que duró diez años exactos. Poco antes de morir de un cáncer de pulmón Carver calificó a ese período como una especie de yapa o propina que tal vez no merecía. Antes de separarse por culpa de la señora muerte ambos se casaron, sintieron la proximidad de Chéjov, el autor ruso admirado por ambos, escribieron, viajaron un poco, fueron a caminar por la orilla de algunos ríos. Luego del sepelio Tess rescató varios cuentos y poemas desconocidos de Carver y los publicó. Todavía quedan cosas inéditas. Ella continuó con su producción poética aunque ya sin la presencia, también poética, del autor de Catedral. Pero este posteo empezó de otro modo y no sé por qué se desvió. Andrea y Paula escriben en torno a evocaciones colombianas y lo hacen, las dos, con una sensibilidad inusual. Acá, en el blog, se pueden leer unos veinte relatos de ella. Por mi parte pierdo tiempo en Suspendelviaje y en algunos textos sin género que por lo general abandono por la mitad. En síntesis. Andrea y yo somos una pareja de escritores. A ella le gustan las comas y yo las detesto. Eso no impide que pasemos juntos la noche o que leamos a Onetti con la misma devoción. Y dado que somos escritores no hablamos jamás de literatura. No hablamos de nada en realidad, una señal demasiado evidente de que más acá de la vida y más allá de las palabras nos queremos e incluso nos amamos...como Raymond y Tess.
L. 

El sol es verde

La vida se aparta del sentido común y la esencia del mundo nada tiene que ver con su apariencia. El cielo no es azul sino negro. El sol es verde y no sale ni se pone. Se mueve en el espacio a una velocidad de 220 kilómetros por segundo. La luna no tiene luz propia sino ajena. Las nubes no contienen vapor sino ligeras gotas de agua. No hay agujero de ozono sino un adelgazamiento creciente de la capa formada por ese gas. La niebla no se levanta. El rocío no cae. Ni siquiera es blanca la nieve. El 80 por ciento del universo está compuesto por materia oscura y nadie sabe de qué está hecha. Habitamos un mundo desconocido. No vemos átomos por ningún lado. Tampoco neutrinos. Pero es casi todo lo que hay y nos compone. Átomos. Neutrinos. Añoramos algo sin nombre ni lugar. Vivimos y no sabemos qué es la vida. Amamos y no sabemos qué es el amor.
L.  

jueves, 6 de noviembre de 2014

Estrella fugaz

Nunca se sabe si ella está del todo o solo en parte y en partes. Argumentos no le faltan, claro, la facultad, pilates, las salidas en bicicleta por el malecón, los encuentros de militancia y lecturas poéticas, las noches de baile y besos y encantamiento. A veces le digo estrella fugaz. Le digo efímera. Le digo que nunca se queda conmigo en ningún lado. Esa historia de los viajes, además, la idea de no estar nunca en un solo lugar y repartirse como pétalos y peces en tantos mares a la vez, no sé, nunca se sabe si está del todo o solo en parte y en partes. Me duermo a veces con su nombre en la boca. Estrella fugaz, le digo. Le digo efímera. Y le digo también que la amo.
L.

Silvia

Paula

Veo dormir y despertar a Paula después de una larga y deslucida noche y alcanzo a ver en ella una cifra casi interminable de Paulas multiplicadas en el borroso espejo del tiempo. Paula amada, Paula madre, Paula esposa, Paula puta, Paula soñada y leve y más lejana. Es inútil que crea descubrir a una única persona, es decir, a la que de pronto se resume en un solo cuerpo y espíritu donde se unen, se reúnen y fusionan las aguas del cielo y el infierno. Infinitas Paulas desplegadas en la cama doble así como son dobles o triples las figuras del deseo. La que ahora se sienta en el colchón o apoya la cabeza en la almohada que se ahueca es, en rigor, una desconocida completa. Es la mujer inabordable que ni siquiera se llama Paula. Una extraña que habla en lenguas igualmente ajenas pero que al levantarse, al fin, rara y sonámbula, vuelve a ser la única Paula que conozco. Una mujer sola y oscilante que es una y es todas y es ninguna.
L. 

El blog pregunta


Pato, una lectora japonesa o casi, entró al blog por primera vez y no puede entender la barrera impuesta por blogger a raíz de los contenidos supuestamente impropios de Suspendelviaje. "Me pregunto cuál será el contenido ofensivo porque yo no vi más que hermosos textos, bellas imágenes y maravillosa música", dice Pato en un mail. También yo me pregunto por la posible razón de la grave denuncia. ¿Será por mis críticas a las masacres de pueblos inermes? ¿Habrán influido mis homenajes, sin caer en idealizaciones, a Ernesto Guevara? ¿La causa estará en mis referencias a la actividad sexual cotidiana de hombres y mujeres? De ser esta última la causa resultaría inadmisible. Si el sexo fuera un tema intrascendente la Biblia no empezaría por ahí. ¿El error habrá sido publicar fotos de gente sin ropa? Tampoco eso sería un motivo. ¿O acaso no estamos todos desnudos bajo la ducha? ¿Lo que está en discusión es la verdad? ¿No debí escribir la palabra culo en tal o cual texto subido a este sitio? ¿Tengo que ser optimista siempre? ¿No me puedo angustiar ni un poco? ¿Tengo que ver el vaso medio lleno y no medio vacío? Como dice Brecht en un poema: tantas preguntas...tantas respuestas...
L.

Escena


Mail

El mail que esperamos con más impaciencia es el que nunca llega. No hacemos otra cosa en la vida que esperarlo. Y si no llega no se debe a que se haya extraviado, destruido o desviado en el camino sino, sencillamente, a que nunca fue ni será escrito o enviado.
L.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Tiempo robado

El tiempo para escribir, también el tiempo para leer y amar, es tiempo robado. ¿Robado a qué? ¿A quién? Quizás a los deberes familiares, al trabajo, a lo cotidiano en todas sus formas, a lo que sí o sí debe hacerse porque además es bien visto por la sociedad utilitaria. ¿Quién tiene tiempo para escribir una novela, un cuento o un poema? ¿A quién le sobran horas para enamorarse, besar o echarse a caminar por la orilla de un mar? ¿Y para qué haría semejantes cosas? En resumen. El tiempo de creación, el tiempo para pensarse, reescribirse y nacer de nuevo, es tiempo robado al tiempo.
L.

Elogio de la infidelidad


Releyendo Intimidad, una novela breve e intensa de Hanif Kureishi, encuentro un elogio de la infidelidad digno de ser pensado y analizado con la mayor atención. En otras palabras dice el protagonista soñado por el escritor paquistaní, si uno no dejara nunca a nada ni a nadie se quedaría sin espacio libre para lo nuevo. Dicho de otro modo. Toda evolución personal implica un cierto grado de infidelidad al pasado, a las viejas opiniones de uno mismo, a la repetición de actos que no nos favorecen en ningún plano de la existencia. Es más. Tal vez cada día de nuestras vidas, que son breves por definición, debería contener al menos una infidelidad, sí, una traición necesaria y estimulante. Se trataría en fin de un acto optimista, esperanzador, que garantizaría la fe en el futuro. Sería una clara afirmación de que las cosas pueden ser no sólo diferentes sino mejores. Más en general la idea enlaza con otra, en este caso proveniente del psicoanálisis, igualmente valiosa. Mientras estemos poblados o habitados por el vacío habrá lugar disponible para el deseo. Si estamos llenos, si creemos haber alcanzado la plena plenitud, o incluso la felicidad, las ganas de vivir no tendrían de qué agarrarse. Seamos fieles al cambio entonces. Fieles hasta la muerte.
L.

Tiempos dorados

martes, 4 de noviembre de 2014

El asombro

El verdadero asombro está hecho de recuerdos y jamás de novedad. ¿Para qué perder tiempo con el tedio de lo eterno nuevo? ¿Para qué insistir en paisajes que no son nada si no evocan, si no perturban, si no remueven el fondo oscuro y denso de la olla? El verdadero asombro nace del círculo vicioso y no de los bellos y arriesgados saltos mortales. El verdadero asombro se nutre de mitos olvidados en rincones prohibidos y mil veces negados. Es ahí, en el fondo de la olla, donde un día, sin querer, encontramos un pedazo de espejo donde nos vimos la cara por primera vez. Los pelos en la sábana. La foto que se traspapeló en la Navidad ya sepultada. ¿Cuántas veces hace falta ver el mar para verlo un día como si fuera la primera vez? ¿Acaso hay algo de valor en la noticia de último momento? Nada. El verdadero asombro está hecho de recuerdos y jamás de novedad.
L. 

Advertencia


Se venden palabras

Ya no sé cómo vender la escritura en mis clases particulares o grupales de narrativa. Muchos de mis alumnos, incluidos los que dicen amar la literatura, o quienes la idealizan como si fuera una diosa, no leen ni escriben de manera disciplinada. Admito que la buena escritura es inútil. No se come, no garantiza la felicidad, a veces duele y aún molesta. El mundo se la puede pasar lo más bien sin Rulfo sin Vallejo sin Yourcenar sin Lispector sin Carver. Hay cosas más divertidas. Pero en mis clases me veo obligado a vender lo que enseño y amo. La cosa nada tiene que ver con la cultura general, concepto horrible, sino con algo inexpresable y raro. Cuando me quedo sin argumentos digo que un mail con faltas de ortografía o mal redactado deserotiza. Esto último preocupa con razón a más de uno. Cuando estoy al borde de la desesperación cito a Kafka. La escritura es más pobre pero más clara que la vida. Los argumentos son insuficientes. Pero alguno o alguna, siempre, pisa el palito.
L.

No deseo continuar

Días de noviembre

Ya estamos en noviembre, dice Paula. Lo dice al pasar y sin relación con nada. Tirada en la cama, sin ropa casi, está viendo Volver al futuro II, una película de los ochenta que acabó por cansarla. Apaga de pronto la tele y calienta agua para tomar café colombiano elaborado en el departamento del Nariño, o sea, el mejor café del mundo. Amadas rutinas de Paula y yo en días desangelados. Estamos en noviembre y ya termina el año. Ahora soy yo el que habla. Ayer nomás era invierno y después primavera y Paula, cómo olvidarlo, había viajado a Cartagena para encontrarse con un ex novio bogotano, un futbolista venido a menos que hace poco se fue a Bulgaria detrás de una mujer sin entender una sola palabra del idioma local. No le fue bien. Esta historia se desvía. Estamos en noviembre. Esa era la idea inicial. El tiempo es veloz y es implacable. A veces, dice Paula mientras se peina hacia atrás, percibo el paso de las horas. Me veo vieja en unos años. Me veo morir. También yo, le digo, mientras escribo en el blog una nueva tontería. También yo siento las horas, los días, los años. Todos moriremos. Para qué insistir en ese punto. No es malo recordar que el tiempo pasa. No para aprovecharlo. No existe cosa más idiota que aprovechar el tiempo. Abrir los ojos sí. Sentir la vida sí. Pensar algo mientras queden fuerzas. Paula entra y sale del baño. Yo sigo escribiendo acá. Ya estamos casi a fin de año. Alguien golpea a la puerta y es diciembre.
L.

Entiendo y quiero continuar


Escribir

Escribir para saber qué escribiría si escribiese. Escribir con todo el cuerpo. Escribir para ver cómo se muere una mosca. Escribir para no perderme en lo cotidiano. Escribir porque todos moriremos. Escribir para no tener que salir del cuarto. Escribir en idiomas perdidos y olvidados. Escribir para saber quién soy. Escribir para volver a casa.
L.

Martes


Palabras inútiles

Por ejemplo la palabra todos. Es muy general. Y tras ella se oculta la parte. El bosque de la palabra todo no deja ver la parte de la palabra árbol, el arte de lo singular, lo que es único en su tipo. Por ejemplo las palabras muy y mucho. Son redundantes por donde se las mire. Una mujer no está muy desnuda sino apenas desnuda. No hace mucho frío sino solamente frío. El caballo no está muy cansado sino cansado. El adjetivo contiene en sí mismo todas las opciones. ¿Para qué abusar de los aumentativos? ¿Te amo muy mucho? Absurdo. Te amo. Con semejante declaración, así, tan seca en apariencia, no hace falta más. La palabra mejor da por tierra con otras opciones no comparables. ¿Es mejor Van Gogh que Modigliani? ¿Son mejores los Beatles que los Rolling Stones? ¿Mejor el verano que el invierno? Todos, muy, mucho, mejor, lo más. Habrá que pasar la escoba sobre papeles y pantallas. Limpiar el discurso, agujerearlo, depurarlo, en resumen, decir más con menos. ¿Más que qué? ¿Menos que quién? Y eso para no hablar de expresiones huecas como por cierto, sin embargo, realmente, no obstante, en rigor de verdad, definitivamente, buen finde y saludos cordiales. Qué fastidio. Qué aparatosa y formal formalidad. Habrá que enseñar a hablar y escribir sobre nuevas bases y aplicando, de ser posible, un postulado claro y esencial. Para decir la verdad hay que usar palabras verdaderas.
L.

lunes, 3 de noviembre de 2014

El problema

El problema es que se van acabando los interlocutores. No hay casi con quién hablar de lo que debe hablarse razonablemente. Hablar razonablemente sobre algo exige un mínimo de sentido común, un poco de calma y observación mutua, cierta disposición a la atención flotante, conciencia de muerte, vida y belleza. Pero en el mercado se van terminando los interlocutores válidos. Hay de los otros, los que enseguida sacan el revolver, los que amenazan sin saber, los que acusan como si fueran jueces, los que siempre están dispuestos a declarar la tercera guerra mundial. Lo que se busca es tan poco y sin embargo parece el universo. El problema es que no hay ya con quién hablar de lo que debe hablarse razonablemente y desesperadamente.
L. 

El nadador


Estoy a seis brazadas de la playa y no llego. Maldición. Tan cerca y no llego. La corriente del golfo me empuja hacia afuera, me anuda y me ata a la espuma con garras de puma. Mientras alzo el brazo armando una curva y apunto con los dedos de la mano hacia abajo, pienso en Paula y sus pies tan largos, su silencio, su estar quieta en el sillón azul. Doy patadas con los pies a solo seis brazadas de la orilla. Junto al sillón estaba el gato y se estiraba en la siesta como si nada le importara. No podía imaginar lo que más tarde pasaría. Paula, el gato, la cuarta alarma. Una vida entera dando vueltas en torno al mismo punto, como ahora, a sólo seis brazadas de la costa y en la bahía de los vientos, esperando que vuelva a salir el arco iris. Todavía no sé si se escribe junto a separado. Todo junto se escribe separado. Era una broma de un amigo de otros tiempos. Arcoiris. Arco iris. Paula semidesnuda bajo la lámpara. ¿Se escribe semidesnuda o casi vestida? El mar no es un amigo en esta hora. La corriente del golfo puede más que todo en la vaga bahía de los vientos. Paula, el gato, el viento, la corriente. Debí decírselo aquel día. Con todas las letras aunque doliera. Debí hablar con ella a calzón quitado. ¿Se dice calzón todavía? El brazo se levanta agotado en la revuelta. Faltan seis brazadas y todavía no aprendí lo principal. La realidad ahora es una sola realidad. Voy a decirlo una vez más porque no creo que me quede un hilo de voz. Estoy a seis brazadas de la playa y no llego.
L.  

Amor solitario

Algo en lugar de nada

Si yo fuera árbol, agua, pez, si no tuviera ideas ni palabras, si solo fuera un ente que no puede pensarse ni hablarse, qué fácil sería todo, sí, demasiado fácil. Si fuera apenas un perro de la playa no tendría angustias, no pensaría en la muerte, no escribiría nombres con el dedo en la tierra mojada, ¿o acaso lo haría sin saberlo con mis patas llenas de arena entre los pelos mugrientos? Bastaría pensar en una escena semejante para descubrir el sentido del absurdo. Olería un pescado en estado de putrefacción, ese que dejó abandonado un desconocido luego de robarlo al mar con un alambre oxidado. Comería eso que para mí sería solamente eso sin siquiera la palabra eso. Entraría de pronto al océano, como lo hacen a veces los perros de la playa, y sentiría el golpe violento de las olas contra la piel de los años. Pero no podría escribir algo como siento el golpe de las olas en el viento o cualquier frase de ese tipo. Escribir no es cosa de perros. Y después de andar la playa bajo diez mil soles, después de acariciar el lomo de la primera perra que cruzara en mi camino, moriría un día sin la palabra muerte entre los labios y ni siquiera sería capaz de pronunciar la palabra médano, hermosa y extraña, el sentido del fin, algo en lugar de la nada que soy y que seremos.
L.

Monólogo del pez


Lo que se me reprocha es ser un pez, es decir, yo mismo. Los que me acusan preferirían quizás que fuera pájaro, puma o dinosaurio. Para colmo el pez está desnudo y eso es pecado grave para los pescados. Los dueños del sentido me acusan con el dedo untado en barro. Me juzgan por las migraciones que hago contra la corriente para desovar en los ríos perdidos de Alaska. Saben que tal vez puedo morir en ese lance pero ni siquiera eso me perdonan. Tampoco me dejan circular libremente por los cauces de montaña. No puedo copular en aguas tibias. Quieren que use traje y me trague los grandes y honorables discursos. Me critican la cama y las escamas. Me reprochan la cola al descubierto y que respire por las branquias. Lo que más molesta es mi capacidad de hundirme y no ahogarme, de llorar sin que se note, de abrir la boca, bien abierta, para besar húmedo y profundo. 
Lo que se me reprocha es ser un pez, es decir, yo mismo.
L.  

Ya no somos tan iguales

Lluvia eterna

No deja de caer el agua distribuida en gotas muy finas y alocadas. No deja de ser lo mismo que fue ayer. Todo el día y la noche de ayer, el agua, fragmentada en infinidad de puntas ligeramente pulidas, y la ciudad, convertida tal vez en mujer, dice basta, la ciudad exhausta y vencida, dice no puedo más. No puedo. Suficiente. Pero el aguacero es obstinado como un hombre en celo. Insiste, presiona, llena con denuedo cada uno de los huecos abiertos en el cielo. Hay algo que nunca deja de ser o acontecer. Hay una lluvia que no acaba jamás.
L.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Normalistas

Últimos poemas

Le quedaban pocos días de vida a Raymond Carver (1939-1988) cuando escribió los últimos diez o quince poemas de su producción que también incluyó cuentos y ensayos breves. Había dejado el alcohol pero ya era tarde. Aún así. Ni un tumor cerebral ni un cáncer de pulmón frenaron su empuje creativo. El médico había visto demasiadas cosas en los estudios finales y con eso Carver escribió un poema alusivo (Lo que dijo el médico). Dijo lo siento mucho. Dijo me hubiera gustado tener otras noticias para darle. Siguieron luego otros textos. En uno percibe que sus últimos diez años fueron una especie de yapa o propina que no estaba seguro de merecer. Sobrio, vivo, trabajando, amando. ¿Qué más puede pedirse? A continuación le ruega a su mujer, la también poeta Tess Gallagher, que lo deje ir. Ya es hora de ponerme en camino, le recuerda evitando todo sentimentalismo. En el anteúltimo poema siente el grito de una bandada de pájaros sucios. El último sigue vibrando aún hoy para la cofradía. ¿Y? ¿Conseguiste lo que buscabas en esta vida? Lo conseguí. ¿Y qué buscabas? Considerarme amado. Sentirme amado en la tierra. 
L.

Contra la sinceridad

Las redes sociales -también la vulgaridad disfrazada de honesta pureza en distintos formatos- van demasiado lejos en su afán de sinceridad. Hombres y mujeres suponen que usar y compartir lo más sucio y ominoso de cada cual es conveniente en todos los casos. Sería un aporte colectivo al mundo de la verdad cruda y sin filtro. La actitud se parece demasiado a la del vendedor que va por los pueblos estafando a medio mundo con el arma sutil de la franqueza. El desnudamiento o confesionalidad no suele arrojar productos de calidad. Con no poca frecuencia lo que sale del alma es la obviedad de siempre, el lugar demasiado común, la estupidez natural. En ese marco la sinceridad suele ser una trampa sutil para los incautos del oficio. La metáfora engañosa, en cambio, el espejismo que estimula, la utopía que no se cumple pero aviva la llama, es decir, la tan denostada mentira artística, es lo único que contribuye a la verdad profunda, esa que no suele brillar tanto en los confesionarios.
L.

La belleza

Hay una canción de Luis Eduardo Aute que apunta a una generación, la mía, también a la de Aute, una generación que más allá de tal o cual excepción vendió sus ideales a precio demasiado barato, que cambió la idea de revolución por la de éxito, la del cambio radical por el arrodillarse ante los podridos poderes. Muchos ex compañeros míos de sueño y canto y deseo se modernizaron, claudicaron y así, quebrados, buscan ahora la fama, el éxito en los negocios, la trampa, la mentira, la ideología de ocasión, y todo con tal de acomodarse. En frente, claro, no hay mucho que ver. Sólo espuma de mar soplada por el viento, un instante que es todos los instantes, las ganas de cambiar todo para que todo no siga igual. ¿Se acabó la utopía? ¿Debemos entregarnos de pies y manos al triste y mezquino mandato de los tiempos? La belleza sigue en algún lado golpeando la maldita puerta.
L.

Hubo un tiempo que fue hermoso

Día de los muertos

Quizás la muerte existe para que podamos olvidarla. O para no recordar tanto y a tantos. O para vaciarnos un poco de esa vida que se mete hasta en lo más oculto y secreto de la ropa interior. En México, Bolivia, Guatemala, el norte argentino y otros lugares no hay una visión trágica o fatalista del asunto. Al contrario. La gente va en masa a los cementerios con comida, flores, bandas musicales, ropas de domingo, velas. Los muertos amados son homenajeados con escaleras de pan por las cuales pueden volver, al menos un rato, a las bebidas que apreciaban, a los colores y calores del amor, a las canciones tiernas y eternas. En los cementerios de Tilcara y otros pueblos y ciudades de la quebrada de Humahuaca hoy, día de los muertos, hay fiesta en los túmulos. Familias enteras usan tumbas y lápidas como mesas y ahí almuerzan, ríen, evocan y también olvidan para no recordar tanto y a tantos. Nadie está a salvo. Para todos tiene la muerte una mirada. Pero tampoco es posible caminar sin decanso entre calaveras y huesitos. Hace falta de tanto en tanto perdernos un poco de la muerte observada como amante esquiva, y llenarnos de flores así sean leves y efímeras, así sea para olerlas un poco antes de que, como todo, también ellas se marchiten.
L.

Entiendo y quiero continuar


Lo principal I

Un cuento, un poema, una obra dramática o un cuadro no pueden componerse apenas de eso que algunos llaman lo profundo. Lo puramente esencial aburre, le da un tono solemne al conjunto, parece más un discurso escolar o político que una apuesta artística o vital. Y además, ¿quién nos asegura la esencialidad de algo? Heráclito, el filósofo griego, hablaba pero además orinaba, jugaba a los dados, caminaba junto a las cabras en las montañas del Asia Menor. De Shakespeare se dice que era mujeriego y burlón. Enormísimos escritores como por ejemplo Henry Miller aconsejaban a los autores nóveles escribir con cierta disciplina pero a la vez no olvidar salir de vez en cuando, tomar algo con los amigos en un bar, hablar, en fin, de cualquier cosa. Demasiada solemnidad cansa casi tanto como la pura estupidez. Lo más profundo a veces es la piel.
L.

Lo principal II

No todo lo que consideramos principal es principal. Hay detalles laterales, accidentales casi, que en un momento u otro dejan de ser menores o desechables para ser mayores, es decir, principales. Pero tampoco la vida, o su reflejo artístico, se compone de elementos esenciales o importantes y de elementos triviales o no relevantes. Lo que importa siempre es el conjunto. Y por conjunto entendemos la suma o la reunión de un sinfín de factores cuyo valor irá rotando sucesivamente en el contexto. En conclusión. Ni solamente lo alto ni solamente lo bajo ni solamente lo del medio. El punto es la mezcla.
L.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Lo principal III


Lo principal no puede decirse. No puede decirse ya sea por pudor, por miedo, por lealtad, por prejuicio, por respeto a los otros, por piedad o por un principio básico de autoprotección. Las palabras además son insuficientes para nombrar ciertas cosas y rosas. Lo principal está vedado y es indecible como la muerte y el amor. Entonces damos rodeos, usamos metáforas, hablamos de más o de menos, citamos a autores inspirados. Pero es inútil. Lo principal no puede decirse. Aprendamos a vivir con esa imposibilidad y con todas las demás.
L.