La gente buena es inocente por definición. Lo es a nivel irritante. ¿Pero cómo oponerse a tanta bondad? La opinión pública compra todo lo que los podridos poderes le venden. Donde existen gobiernos con alguna disposición a la justicia social recrudecen las denuncias mediáticas sobre corrupción, fraude electoral o lo que sea. Luego nada se comprueba y los medios ni siquiera se disculpan. Sin embargo esa misma opinión pública se muestra dispuesta a volver a ser engañada infinitamente. En eso se parece a ciertas mujeres y a ciertos hombres que se tapan los ojos ante la gritante infidelidad de sus parejas. Lo hacen con tal de disfrutar hasta el fin de una fingida, aunque algo estúpida, felicidad. La gente buena, también la mala, se ampara en la banalidad que gobierna el mundo. Eso no la salva de su complicidad. Y otra vez Oscar Wilde viene en apoyo a estas ideas sueltas. Suponer que los malvados son causantes de todas las desgracias que afectan al planeta es subestimar a los imbéciles.
L.
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