Releyendo Rayuela, la novela experimental de Cortázar, me detengo en su profundo erotismo, que no es ginecológico sino profundo, es decir, un erotismo franco, ajeno a toda moralina, en carne viva como corresponde. Oliveira y la Maga hacen el amor o cogen de muchas maneras, siempre cotidianas, siempre distintas, siempre obscenas, una manera donde no faltan los olores, los fluidos que llenan la boca y otros agujeros, el cansancio, el cigarrillo, el hastío, todo eso que se mezcla en noches frenéticas o no tanto, esa pureza de pies sucios como el coito entre caimanes, no la pureza del santo sepulcro sino aquella del lecho un poco hundido en el centro con manchas, además, atesoradas como un recuerdo sin intención. Puro e impuro a la vez.
L.
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