Ninguna de las cosas que hacemos se realiza totalmente. O se realiza en una parte mínima en relación a lo esperado. No importa de qué se trate la cuestión. Amor, carrera universitaria, carrera de obstáculos, adicción, sexo, trabajo, droga, viaje, etcétera. Nada cristaliza como lo desearíamos. De semejante incompletud podríamos sacar una conclusión errada. Preguntarnos por ejemplo para qué hacer algo que desde el vamos está destinado al fracaso. Sería, en efecto, una conclusión fallida. Para sostenerse y ser lo que es, la vida requiere de señuelos pasajeros y parciales. Los necesita como el aire aún sabiendo que no son ni serán el aire y que, finalmente, van a estallar como pompas de jabón. Se atribuye a Lacan haber desatado la madeja aquí expuesta con sólo cuatro palabras. No es sin eso. La vida no es nada sin eso que ni siquiera alivia un dolor de cabeza.
L.
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