martes, 2 de abril de 2013
La necesidad
Aplicado al amor el verbo necesitar se vuelve peligroso. Necesito una mujer, necesito un porro, necesito un perro, necesito un auto, necesito un lavarropas, necesito alguien que me emparche un poco y que limpie mi cabeza. La lista puede o podría ser interminable. Necesito que alguien me ame o que por lo menos me haga masajes en el cuello y la cintura y por qué no más abajo, sí, en el culo, porque el dolor en el cuerpo no me deja siquiera escribir estas líneas desalineadas. Aplicado al amor o a lo que sea el verbo necesitar se vincula más al consumo puro y simple, como quien dice necesito un televisor, necesito comer, necesito coger y ya. No hay afecto en el verbo. No hay entrega. No parece que se comparta nada a partir de la necesidad individual. Necesito que venga una mujer y me ame, dice un poema de otros tiempos. Se reemplaza mujer por puta y nada esencial va a cambiar. No sé lo que quiero pero lo quiero ya, cantaban ayer los de Sumo. Lo mismo da. Deben existir frases mejores. Decir te necesito es sospechoso. Mejor te quiero. Mejor te amo. Pero mucho mejor será acabar con esto de una vez.
L.
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