Me levanto y descubro que toda la casa se ha cubierto de hojas muertas y cansadas. Se ha cubierto de hojas de árboles talados que empiezo a barrer con especial dedicación y tristeza. Paso la escoba por lugares sagrados que hasta ayer habitaba el pequeño ser. El pequeño ser no es una hoja más y no se lo puede barrer porque se ha ido o se lo han llevado. No hay presencia entre las hojas. Sólo hojas que cubren el suelo de toda la sala. Y entre tantas manos arrugadas no hay un pelo, no hay mirada, no hay vida cuando me levanto y descubro que toda la casa está cubierta de silencio y hojas.
L.
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