viernes, 30 de agosto de 2013
Cierto cansancio
Se cansa uno de estar cansado y se cansa, también y sobre todo, de la queja eterna. Estoy cansado. Los trabajos se amontonan como sapos y no acaban de saltar. El cuerpo se estira como chicle, se encoge, cae y vuelve a levantarse. Ojos lentos y pies casi dormidos. Estoy vencido. Todo sueña en el ser abrumado de exudar la gota fría y espesa. ¿Hasta cuándo resistirán las horas? Se cansa uno de repetir frases ya pronunciadas y cansadas de escucharse a sí mismas. Se cansan los otros, además, del deslizamiento, de la vieja monserga del hombre viejo y tendido en su lecho de vida. La experiencia, la conciencia, la insoluble vehemencia. Cansadas palabras y camisas puestas a secar. Los días, las noches, las voces que un día no habrán de escucharse. Cierto cansancio compartido como se ahueca el amor en una noche de esas que tanto cuesta evocar y desarmar.
L.
jueves, 29 de agosto de 2013
Lo imposible
Lo principal no puede decirse. Y no se puede porque no se puede. Ya sea por pudor, por miedo, por lealtad, por prejuicios morales, por respeto a los otros, por piedad o por un principio básico de autoprotección. Pero ni siquiera eso es lo central. Lo central es que las palabras son insuficientes para nombrar ciertas cosas. Lo principal está vedado. Lo principal es indecible como la muerte y el amor. Ni la muerte ni el amor pueden nombrarse. Entonces damos rodeos, usamos metáforas, hablamos de más o de menos, citamos a escritores inspirados. Pero lo principal no puede decirse. Y debemos aprender a vivir con esa imposibilidad como con todas las demás.
L.
Lo absoluto
La vida de todos nosotros andaría mucho mejor si renunciáramos de una vez a la idea del placer absoluto, la felicidad absoluta, el orgasmo absoluto, la fiesta total y definitiva. No hay tal fiesta. Nada de eso existe. Tampoco la tragedia completa. Existe la muerte que, sí, es una clara interrupción. Pero lo demás entra al universo de lo relativo. No se equivocó Freud cuando escribió que el ser humano está atravesado por la aspiración siempre constante y jamás realizada de alcanzar un fin imposible, es decir, la felicidad total y absoluta, eso que algunos depositan esperanzados en un hipotético placer sexual igualmente completo. Todo es no todo, enseña Lacan. ¿Que lo parcial no brilla tanto como lo total? Es cierto. Pero mejor un parcial bien servido que un absoluto falso y, además, inalcanzable.
L.
miércoles, 28 de agosto de 2013
Lo poético
Nada más antipoético que lo poético. Cuando doy talleres de escritura empiezo diciendo algo así. Nada menos poético que la intención de serlo. O el uso de palabras finas. O las metáforas bonitas. O las apelaciones petrificantes a la belleza del mar y las mujeres sin olor, el encanto de las flores y las hadas, es decir, las mentiras piadosas en las que nadie cree realmente. En primer lugar los mal llamados poetas que, además, nadie lee. Creo en la poesía que no miente. Creo en la literatura que lo es por prepotencia de trabajo a destajo, como decía Arlt. Creo en la verdad que se desliza sin intención toda vez que se cuida la forma del texto y el contexto. La forma es todo y la forma, además, arrastra al contenido. No hay mensaje sino mensajeros. No hay amor sino el que ama y la que ama. Nada más antipoético que lo intencionadamente poético, lindo, con rima y todo.
L.
martes, 27 de agosto de 2013
Días como un tajo
Hay días como un tajo. Eso ya se sabe. Está en un poema clásico del peruano César Vallejo. Días como del odio de Dios. También se sabe por la misma razón. Días como un pan que en la puerta del horno se nos quema. Días de guerra encubierta. Demonios cotidianos. La cama sin hacer. Las sábanas sucias por las manchas que el amor o el desamor dejaron. El viento detenido en una estación sin viento y sin estación. No hay paz. Tantas cosas inútiles. Tantas palabras echadas a rodar. Y los tambores de abajo anunciando siempre lo de más abajo, el ruido convertido en el pavor de la rayuela, las velas, las muelas, la desolación. Días como un tajo. No es la soledad el problema. El problema es otro y es de los otros el reino tan buscado.
L.
domingo, 25 de agosto de 2013
Domingo a domingo
Paula hace bicicleta fija en la sala. Yo escribo algo acerca del miedo sin nombre que suele generar el domingo. Desde la sala se oye el pedaleo rítmico y feroz. No puedo ver a Paula desde acá pero imagino que se puso auriculares y escucha música para darse aliento. Hace un rato caminamos un poco y nos peleamos. Nada del otro mundo. Ella se adelantó una cuadra porque no aguantaba el paso lento de la multitud. Le dije que al parecer no disfrutaba de caminar conmigo. Paula como siempre no dijo nada. Yo me dejé caer, intenté dormir hasta que sentí el cuerpo de Paula muy pegado al mío, y, después, lo de siempre. Eso que empezó mal terminó de la mejor manera. Recordé lo que dijo una amiga de aquí. Había escrito que las peleas de pareja se curan en la cama. En su momento le discutí. Ahora no sé. La noche está cerca. Los pedales en la sala. Me pregunto si tendré fuerzas para enfrentar la dura semana. Domingo a domingo la misma angustia, la misma fe ciega y absurda y obstinada.
L.
sábado, 24 de agosto de 2013
No buscar
Nos pasamos la vida buscando lo que ya encontramos. Lo teníamos en la mano, en la cabeza, a la vista en el placar. Lo sabíamos perfectamente desde el principio. Pero no. Pero nada. La vida está siempre en otra parte. Y entonces partimos de viaje armados de una gigante y bella red de mariposas. Estábamos seguros de que el pez de oro o la bella durmiente aparecerían en cualquier momento y en cualquier lugar. Eso pasa por no mirar al otro lado de la cama. Eso ocurre por no estar en el mismo lugar en donde estábamos. Nos pasamos la vida buscando lo que ya encontramos. Y, lo que es peor, al descubrir que así son las cosas nos decepcionamos y decimos que no, que cometimos un error, que no era eso lo que buscábamos.
L.
L.
viernes, 23 de agosto de 2013
Media verdad
Media verdad. Como una media rota en la base. Media verdad es todo lo que puede decirse. Y a veces ni eso. La mitad de la mitad. Menos aún. Media verdad como comer a medias. El mensaje contiene una media mentira que podría ser también media certeza escondida. Menos aún. La mitad de la mitad. Hay una verdad a medias que se cuela por los agujeros y revela una parte del conjunto. Es el bretel de un corpiño vacío. Una siesta. Un ataque de desesperación. Media palabra para no decirla ni mostrarla entera. Como pasa a veces en la litera de ramas que da paso al puente donde espera un beso la bella durmiente del bosque. Ella también miente. Pero es un hecho que está esperando algo húmedo que por fin la sacuda del largo letargo. Cae la noche en el bosque. Media noche. Media verdad.
L.
El tiempo es veloz y es implacable
Se quejan todos de la falta de tiempo. Nadie tiene tiempo para nada. Ni para leer ni para coger ni para llorar ni para bañarse. Hay tareas prioritarias que obligan a abandonar los últimos actos humanos que nos quedaban. Escribir ni hablar. Besar ni hablar. Escuchar al otro es un lujo que ya no podemos darnos. Increíblemente los que se quejan de la falta de tiempo pasan horas y horas en las redes sociales, días enteros hablando tonterías en las oficinas, viajes largos mirando el celular donde se agitan fantasmas que, tampoco ellos, tienen tiempo. ¿Habrá que hacer algo especial con el problema? ¿Tendremos que colocarnos en un no tiempo sin tiempo donde todo y hasta eso se vuelva posible? Conviene pensar la respuesta sin apuro y con el mayor detenimiento del que seamos capaces. Pensar más allá del tiempo.
L.
L.
jueves, 22 de agosto de 2013
Soledad, intimidad, libertad
Leo una entrevista a la psicóloga y socióloga estadounidense Sherry Turkle. Hace quince años fue famosa por un libro favorable a las redes sociales y a las nuevas tecnologías en general. Ese libro se titula The second self. Dijo entonces, hace quince años, que la vida humana mejoraría gracias a los celulares, las computadoras, Facebook y demás. Ahora es entrevistada por la revista dominical de El País de Madrid y se muestra arrepentida. Dice que cada vez esperamos más de la tecnología y menos de las personas. Dice que sólo alentamos los contactos digitales. Dice que hace quince años jamás imaginó que nuestro futuro consistiría en establecer una relación simbiótica con el blackberry. Dice, por encima de todo, que habría que hacer una campaña fuerte a favor de la soledad y crear en las casas espacios libres como el dormitorio o la cocina. La soledad y la recuperación de la intimidad, insiste Sherry Turkle, es lo que nuestra sociedad necesita con la mayor urgencia. Pienso igual.
L.
miércoles, 21 de agosto de 2013
Y entonces
Y entonces llega la mujer de bucles y grandes pechos en alto y cuenta el largo viaje con el mayor detalle, la calle, las manos abiertas, el beso a la vuelta del museo, lo que vino después. Y entonces el hombre la oye mientras saca punta al lápiz verde y espera que en el horizonte del río aparezca la demorada embarcación. Y entonces la pollera que se alza por el viento que sopla desde el sur mientras la mujer, nalgas al aire, sigue con su relato mal armado, confuso, donde lo único que se entiende es el cambio de nombres, pueblos, la playa, el pudor, la noche que todo lo resuelve. Y entonces, porque siempre hay un entonces, llega por fin el ferry que traslada a la isla que queda justo enfrente y, bueno, eso sería todo a no ser que algo o alguien ponga un cierto orden en la línea quebrada del tiempo.
L.
Días difíciles
Esa idea seguramente errada o distorsionada según la cual los demás son ganadores y felices, los demás, carecen de problemas serios en la vida, los demás, encontraron al fin la verdadera vida, esa de la que habla Cortázar en Rayuela. Pareciera que los demás tiraron la piedrita al cielo y acertaron, sí, fueron superando una a una las casillas con la punta del zapato. Fueron saltando hasta alcanzar el máximo nivel, los demás, mientras el observador, situado del lado de acá, se siente fracasado, perdedor, el que no sabe qué hacer ya con sus días, la víctima absoluta. Los demás, la célebre foto del buitre minutos antes de arrojarse con sus garras en punta sobre el cuerpo más débil, el más precario, el ser que se ha puesto al margen de toda posibilidad de salvación...idea seguramente errada o distorsionada.
L.
L.
martes, 20 de agosto de 2013
Naturaleza condenada
La Tierra está atravesando por la peor crisis ecológica de su historia. Casi la mitad de los bosques tropicales del mundo ha desaparecido. Se pierden entre dieciséis y veinte millones de hectáreas boscosas por año. Cada hora se extingue una especie viva. Tres cuartas partes de los bosques tropicales de América fueron arrasadas y, probablemente, perderemos el cincuenta por ciento de sus especies. Víctimas de este desastre monumental no menos de diediocho comunides precolombinas de América Latina y el Caribe podrían ser borradas del mapa y de la historia. Por otra parte cada año se vierten millones de toneladas de desechos tóxicos en nuestras aguas y tierras, convertidas por los países desarrollados en un inmenso basurero inyectado con venenos. El 78 por ciento de esos desechos proviene de los Estados Unidos. Es decir. Lo que costó a la naturaleza millones de años para ser creado los humanos lo habremos destruido en poco más de cuarenta. ¿Qué hacer para frenar este proceso que bien podríamos calificar de divino suicidio colectivo? No se me ocurre nada a manera de respuesta. Pero creo que ya es hora de despertar de un largo sueño. Si seguimos así ni los buenos irán a parar al paraíso cuando mueran. ¿Por qué? Porque no habrá ya paraíso.
L.
lunes, 19 de agosto de 2013
Ainda
Era tarde anoche y Paula se había quitado la ropa con la actitud indolente que la caracteriza. Yo había hecho lo propio y buscaba un libro en la mesa de luz. Antes habíamos visto noticieros diversos en televisión, habíamos hablado de las perspectivas sombrías que oscurecen el futuro del país y el mundo, habíamos llegado a la conclusión de que nada bueno podíamos esperar. Desnudos ambos, y abrazados, hablamos un poco sobre eso. Paula dijo que estaba triste. Dijo que para qué esforzarse si todo terminará de la peor manera. Después de eso pasaron cosas que suelen pasar entre nosotros y finalmente nos dormimos. Desperté pensando en la palabra todavía. Ainda si se la traduce al portugués. Pensé que esa es la mejor palabra de todas. Que deberíamos dejar de lado los fines últimos de todas las cosas y concentrarnos en el mientras tanto, en el todavía, en el ainda. Y que el solo hecho de quitarnos la ropa en la noche de un domingo para dormir juntos era más importante que todo lo demás. Y que esa era una actitud profundamente política. Nada podemos hacer con los fines últimos, con el porvenir, con el destino y esas cosas. Pero algo podemos hacer, ainda y aún, con la palabra todavía. Es poco. Muy poco. Pero por ser tan poco, justamente, debíamos encararlo con la mayor energía y decisión.
L.
L.
domingo, 18 de agosto de 2013
La trampa
Dice Kundera que la vida es una trampa. Lo hemos sabido desde siempre. Nacemos sin haberlo pedido, encerrados en un cuerpo que no hemos elegido, destinados a morir tarde o temprano. Se supone que en el pasado el mundo ofrecía, como consuelo a tanta desgracia junta, la posibilidad de evasión. Ejemplo. Un soldado podía desertar de un ejército y empezar una vida distinta, nueva, en un país vecino. Hoy ni siquiera eso es posible porque el mundo se ha unificado extraordinariamente. Nada de lo que ocurre en el planeta globalizado es ni será ya un asunto local. Todas las catástrofes, así como los avances de cualquier tipo, conciernen al mundo entero. A los dichos de Kundera podríamos sumar unos lindos versos de Jacques Prévert. Amamos y vivimos. Vivimos y amamos. Y no sabemos qué es el día. Y no sabemos qué es la vida. Y no sabemos qué es el amor.
L.
sábado, 17 de agosto de 2013
El sexo de la mujer
Qué raro que una mujer no pueda olerse como la huele un hombre. La Maga olía a algas frescas arrancadas al último vaivén del mar. A la ola misma. Ciertos días el olor a alga se mezclaba con una cadencia más espesa. En tal caso yo debía apelar a la perversidad, acercar mis labios a los suyos, tocas con la lengua esa ligera llama rosa que titilaba rodeada de sombra, y, después, le iba apartando despacio los muslos, la tendía un poco de lado y la respiraba interminablemente, sintiendo cómo su mano, sin que yo se lo pidiera, empezaba a desgajarme de mi mismo como la llama empieza a arrancar sus topacios de un papel de diario arrugado. Y todo era sabor y mordedura, jugos esenciales que corrían por la boca, la caída en esa sombra, the primaveral darkness, el cubo de la rueda en sus orígenes. Sí, en el instante de la animalidad más agachada, más cerca de la excreción y sus aparatos indescriptibles, se dibujan ahí las figuras iniciales y finales, ahí en la caverna viscosa de los alivios cotidianos está temblando Aldebarán, saltan los genes y las constelaciones, todo se resume alfa y ometa, coquille,cunt, concha, con, coño, milenio. Argamedón, terramicina, oh callate,no empecés allá arriba tus apariencia despreciables, tus fáciles espejos. Qué silencio tu piel, qué abismosdonde ruedan dados de esmeralda, cínifes y fénices y cráteres. (Foto de Andrew Bondarenko).
viernes, 16 de agosto de 2013
El sexo del hombre
Fue la expresividad de las manos de Dios y del hombre en La creación de Adán lo primero que despertó mi atención. Por eso, a los trece años, decidí decorar mi carpeta de religión con una enorme reproducción de esa pintura que, por instinto de supervivencia, no me atreví a mostrar demasiado. Dicen que el ocio es el primer paso al pecado. Y lo confirmé. La clase de religión era tan aburrida que tuve tiempo de sobra para observar con atención el cuadro de Miguel Ángel. Así llegué a ese recóndito espacio donde yacía, aún sin vida, el sexo del hombre. Y así permaneció en mi mente. La curiosidad fue luego enriquecida por la literatura, las películas, una que otra escultura griega. El pene se convirtió para mí en metáfora de lo inalcanzable. Era una promesa no del todo clara de vida y plenitud. Pasados unos cuantos años esa figura habría de surgir, real y palpitante, en una calurosa noche cartagenera. Descubrí que, desnudo, el miembro masculino ostenta una expresividad más contundente que las manos de Dios y del hombre dibujadas en el mural del Vaticano. Lo acaricié entonces con sed atrasada. Con la misma dulzura y tristeza de quien tiene conciencia de muerte.
Andrea
jueves, 15 de agosto de 2013
El balde
La noche es como el domingo. No está agarrada a nada. Por momentos parece una mujer insatisfecha. No hay ni habrá con qué llenarla. Como el domingo a las seis de la tarde. Como la hora de los suicidas. Como la noche a medianoche. Y entonces claro. Y entonces qué. Aparece la angustia, la duda, la televisión, también este lugar. Alguien grita desde la cocina. Ya está la comida. Algo fantasmal mueve el balde que estaba en el pasillo. El balde donde el gato hundía el hocico para beber. El balde roto de estrellas como la noche vacía. Y uno empieza a ver y a decir lo que no es. Alguien calla y observa. La noche como el domingo. No está agarrada a nada. Como una balsa o un hilo. Como el balde donde todo puede ahora suceder.
L.
Silencio erótico
Según el mito socrático el acto de amar sirve apenas para engendrar una multitud de hermosos y magníficos discursos. Al parecer las divinas parrafadas no alcanzan a alojarse en ningún lado. La espera del ser amado ayuda a encender la doble llama. Estoy enamorado porque espero, supone Barthes. Pero también la espera cansa, o peor, termina en algún momento. ¿Y después qué? Debemos admitir la existencia de un silencio erótico que no se deja tomar ni clasificar. Podemos contornearlo amorosamente y hasta con cierto grado de precisión. Pero jamás atraparlo y menos aún obligarlo a decir lo que no quiere. La erótica del vacío dispara una catarata de palabras y un torrente no menos fluido de dudas. También despierta en los protagonistas la sensación de estar viviendo una experiencia que, siendo incomunicable, es única. Pero en el momento en que los amantes se quitan la ropa, y revelan el misterio, se pierden y comprenden, con algún desconcierto, que las formas empiezan lentamente a diluirse o convertirse en espejismos.
L.
miércoles, 14 de agosto de 2013
martes, 13 de agosto de 2013
El otro cielo
Un cuento de Cortázar se llama así y es mi preferido. El otro cielo. La historia tiene que ver con un hombre que va y viene entre un mundo ilusorio y uno realmente existente. En el otro cielo hay una puta con la cual se acuesta y a la que ama sin pensarlo demasiado. En el cielo de acá hay una novia previsible con la que se puede hablar de cualquier cosa menos de lo que importa. En el cielo de allá hay miedo pero también hay aventura y deseo. En el cielo de acá hay especulaciones baratas, muy poco que ver por la ventana, charlas que erróneamente son consideradas conversaciones. El relato mencionado propone pensar sobre la vida verdadera y la falsa, sobre la fantasía erótica y la resignación, sobre la necesidad de encontrar un punto medio o extremo entre el agua caliente y la fría, entre la playa y la ciudad, entre el coito y el sexo de los ángeles. No hay punto medio entre los dos cielos. No hay nada que hacer ni nada más que decir.
L.
lunes, 12 de agosto de 2013
Lugar del crimen
Existe en psicoanálisis algo llamado pulsión de repetición. No estoy seguro de que se llame así pero voy a intentar decir algo a modo de aproximación. Por alguna razón tendemos a repetir una y otra vez actos que nos hacen mal. Es como volver al lugar del crimen. Es el famoso goce que permite a una mujer golpeada reencontrarse infinitas veces con su victimario. Es también lo que está detrás de elecciones de pareja desastrosas que, más allá de naturales cambios de nombres, edades y aspectos físicos, reiteran algo característico de manera sospechosamente similar y evocadora. Es el placer que siente el fumador al aspirar el humo que, con seguridad, a la larga dañará su vida peligrosamente. Romper con el círculo vicioso no es fácil. Privarse del goce, que para la teoría analítica sería lo más aconsejable o deseable, requiere de una buena guía profesional más una disposición personal a trabajar con uno mismo de manera persistente. En caso contrario la eterna repetición de algo que nos hace mal va a convertirse en una especie de fatalidad. Quizás lo que acabo de describir se llame pulsión de repetición. Quizás no se llame así. Pero quien está leyendo ésto entenderá, por experiencia y a grandes rasgos, de qué se trata la cuestión.
L.
viernes, 9 de agosto de 2013
Un único tema
Pareciera que hay muchos temas pero en realidad hay uno solo y es la vida. Los demás no existen o entran en una larga lista de variantes de lo mismo. Ya se sabe que uno puede viajar, enamorarse, estudiar, trabajar, subir o bajar montañas, acostarse, darse una ducha, escuchar música, dormir, levantarse, leer, escuchar música o dejar de hacerlo. Uno de pronto puede caer en un estado de angustia y más tarde salir de dicho estado. Uno puede masticar la felicidad como quien muerde despacio un cubito de hielo. Todo eso puede hacerse y mucho más. Pero el único tema a considerar es la existencia misma. Qué hacer con ella. Qué dejar de hacer. Qué jugo sacarle al final del día, qué olor, qué tibieza, qué recuerdos, qué formas del encanto y desencanto harán posible seguir en el camino. Pareciera que hay muchos temas pero en realidad hay uno solo y es la vida.
L.
jueves, 8 de agosto de 2013
Limpiando el terreno
Llegó la hora de limpiar el terreno. Había demasiada mugre y así la vida no podía seguir. Gomas de autos, forros usados, papeles orinados por los muertos, fotos borrosas, cartas húmedas de tanto llorar, discos de vinilo. Llegó la hora de limpiar a fondo. Pasar el trapo sobre la marea de recuerdos, deslizar la esponja sobre las huellas que quedaron en la arena, poner todo en cajas, vaciar botellas de vino vencido, abrir de una vez las ventanas dormidas, apagar lámparas que sobran, terminar desnudos en penumbra y dejar limpio el espacio donde ahora se ve apenas un hilo de coser.
El amor es un hilo más fino que un cabello.
El amor es un hilo más fino que un cabello.
L.
miércoles, 7 de agosto de 2013
Demasiado solas
Qué solas están las víctimas. ¿Cuáles? No importa cuáles. Todas o ninguna. Las víctimas están más solas y desnudas que nadie en el mundo. Esto puede parecer un discurso resentido y sé muy bien que lo es. Lo es absolutamente. Las víctimas están abandonadas por todos. Ni siquiera los buenos ayudan aunque digan que lo hacen. Aunque digan que siempre están y estarán. Aunque escriban lindos mensajes de apoyo. Aunque lleven flores a la mismísima casa donde viven las víctimas. Pero por Dios. Qué solas están. Qué abandono terrible. Qué mala suerte tuvieron de caer en ese pozo tan hondo y sin fondo. Los que no se hundieron alguna vez ahí adentro no saben de qué hablo. Quizás yo tampoco lo sepa. Ya avisé que este es un discurso resentido y deliberadamente oscuro. Pero, al margen de lo que pueda decirse a favor o en contra, qué solas están las víctimas. Alguien debería hacer algo por ellas así sea por lo que queda de sus cuerpos tristes y hermosos. Por si no se entendió. Esto no es un pedido sino un ruego. Una vez más. Qué solas están las víctimas.
L.
martes, 6 de agosto de 2013
Mujeres insaciables
Un taxista resentido por una separación reciente habla de lo que denomina mujeres insaciables. Serían esas que en la cama y fuera de ella quieren todo sin que nada les resulte suficiente. Me dice que algunas mujeres idealizan la felicidad como una situación orgiástica y orgásmica permanente. O como si le pidieran a los hombres una eyaculación constante a toda hora y en cualquier lugar. Me dice que los hombres son/somos austeros como amantes y personas. Dice que si estamos bien con una mujer no esperamos de ella más de lo que nos da. El tema es complejo. No todas las mujeres son iguales. No todos los hombres son iguales del mismo modo que no todas las montañas son las mismas ni tampoco los pájaros nacidos en la máquina de hacer pájaros tienen las alas parecidas. Igual entiendo al taxista. Antes de bajarme añade que su mujer lo dejó por otro y que no se acostumbra a vivir en soledad. Esto último puedo entenderlo.
L.
Fantasmas y besos
¿De dónde habrá surgido la idea de que la gente puede comunicarse mejor en los tiempos actuales? El mismo interrogante, pero aplicado a las cartas de amor, fue formulado a principios del siglo XX por Franz Kafka. Su primera conclusión fue desalentadora. Los besos que se envían en las cartas son bebidos en el camino por los fantasmas. Jamás llegan a destino. El autor de La metamorosis recordó que en su afán por aniquilar lo fantasmal entre la gente el hombre creó autos, aviones, trenes, telegrafía sin hilos y otros aliados de la endiosada velocidad. Ninguno de estos fabulosos inventos, sin embargo, entusiasmó al escritor checo. Y en una carta dirigida a su amante Milena contraatacó sin apartarse de la metáfora inicial. Los fantasmas no morirán de hambre -dijo-. Pero nosotros pereceremos'.
L.
Gente del lugar
Nada peor que participar de reuniones sociales no deseadas. Obligación de tener que hablar de temas que no interesan, sonreír sin ganas, festejar un chiste malo, decir qué rica la comida, qué bien te veo. El mundo es un teatro inmenso donde los protagonistas no paran de reír. ¿Cuál es el límite de la divina actuación? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a mentirnos y mentir? El uso continuo de máscaras puede ser demasiado oneroso. La gente de por aquí, dice Sam Shepard, se ha convertido en la gente que finge ser.
L.
domingo, 4 de agosto de 2013
El desnudo imposible
Picasso, el artista proteico e inclasificable, muestra en sus pinturas, esculturas y dibujos una fascinación especial por el desnudo. El cuerpo sin velos, protagonizado casi siempre por mujeres, se vuelve autobiográfico cuando el artista envejece sin por ello dejar de lado la pulsión erótica. En uno de sus últimos dibujos Picasso se agazapa en la penosa figura del viejo pintor barbudo que se declara vencido ante una modelo que rebosa juventud y belleza. Resignado se retira por fin ante la luz ahora inalcanzable. Pero la maestría no decae. Hay movimiento, formas cerradas, una admirable simplicidad de líneas. La mujer como figura tibia y sensual permanece por encima de todos los temas. En un solo día de 1970 dibujó varias veces el insistente motivo de una pareja de amantes que se abrazan, siempre desnudos y siempre flotando en el espacio oscuro y tenso del deseo.
L.
sábado, 3 de agosto de 2013
Vida y arte
No confundir vida y arte. No pensar que un artista lo es también cuando vive, cuando ama, cuando escupe, cuando hace sus necesidades más ominosas. Tampoco suponer que quien no es artista y apenas cocina y barre y mira atentamente el vuelo de una mosca es un ser intrascendente y poco digno de atención. No confundir vida y literatura. Los cuentos no suceden en la vida del autor. Tampoco las novelas. Los buenos relatos nada o casi nada tienen que ver con la experiencia cotidiana. No confundir lo bajo y lo alto. Sin lo bajo la existencia humana sería imposible. Pero sin lo alto los días se parecerían uno al otro. Conclusión provisoria. El punto es la mezcla.
L.
viernes, 2 de agosto de 2013
Mundo Wabi
Una sencilla canoa de madera flota en medio de las aguas densas y agitadas de la vida. Una simple canoa de madera podría ser la imagen perfecta de la desolación. Lo mismo podría decirse de un pájaro solitario posado en una rama seca y quebradiza. Cosas de ese tipo generan un sentimiento de melancolía y tristeza. Los japoneses tienen una palabra que resume todo y que al pronunciarla suena como wabi. El significado es pobreza o, en una traducción más precisa, una especie de desajuste con el mundo. La riqueza interior del navegante, o del pájaro posado en la rama seca, no cotiza en los tiempos actuales. Es como pensar en la cabaña de troncos donde vivió y escribió Thoreau, el poeta de los bosques, el solitario cuyo único amigo fue un árbol. El mundo wabi podría trasladarse a la vida intelectual. Menos profusión de ideas, menos brillantez, menos solemnidad, renuncia a la fama. Mundo wabi. Austeridad en los gestos y hasta en el coito de los amantes. Sobriedad de la canoa entrando lenta en las aguas densas y agitadas de la vida.
L.
Todo es excepcional
Ninguna persona es igual a otra. Ninguna estrella. Ninguna gaviota se parece al resto de la bandada. Cada ola de mar es única en su espuma, vientre y altura. Lo dicho puede resultar subversivo y aún perturbador en un mundo educado y concebido a través de grandes y petrificantes clasificaciones. Gente tóxica, seres amargados, intelectuales aburridos, mujeres histéricas, malos alumnos, buenas personas, playas paradisíacas, excelentes amantes, perlas cultivadas. Pero nada de eso existe como grupo verificable. Cada playa es única. Cada gesto. Cada cuerpo. ¿Qué cosa es una típica chica de barrio? Imposible saberlo, entre otros motivos, porque lo típico es una pura y tranquilizadora invención. Lo singular se confirma en las huellas digitales. Somos miles de millones y ni una de esas líneas dibujadas se parece a otra. Ni una sola. Renunciar entonces a las generalizaciones fáciles y también a las difíciles. Observar con atención lo absolutamente único y original de hechos, cosas y personas. Ya es hora de aceptarlo. Clasificar no es entender.
L.
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