martes, 4 de junio de 2013

Sin palabras


No mucho que decir cuando todo se ha dicho en distintos idiomas y sin embargo nadie entendió nada. El discurso en general está sobrevalorado. Se le da una importancia capital a la cuestión creyendo acaso que la palabra contiene algún elemento sanador por sí mismo, que acaso permite entender el enigma indescifrable o romper de una vez con la Gran Costumbre. No mucho que decir cuando todo y nada ha sido dicho y cuando sólo el silencio en realidad, apenas, y no mucho más que el silencio, puede brindar un pequeño espacio para que de una vez por todas asome la música, es decir, la salvación.
L.

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