sábado, 28 de noviembre de 2009

El gato que sueña


Grusswillis no duerme bien. Se lo confesó al psicogato de los techos en la última sesión. “Tuve sueños raros”, le dijo. El analista de lentes y bigotes le pidió a mi gato que le contara algunos de esos episodios oníricos. “Soñé que me castraban”, empezó con algo que le encantó al especialista aún sabiendo que el dato era falso. “Sueño con serpientes”, mintió otra vez en obvia referencia a un tema de Silvio Rodríguez. El psicogato escuchaba mientras comía su porción de alimento balanceado. “Eso no interesa –replicó el doctor con impaciencia-. Son restos diurnos”. Grusswillis no entendió de qué le hablaban pero sospechó que debía ir al punto. A continuación inició el relato cierto de su última pesadilla. “Yo estaba en la cueva donde Gatúbela se desnuda por las noches. Mientras se desvestía sonreía mostrando dientes y garras. Me quise acercar pero ella emitía sonidos aterradores. Primero se quitó las bragas (aclaro que mi gato está leyendo novelas eróticas inglesas traducidas en España), luego el sostén, y finalmente quedó en pelotas o en pelos, no recuerdo bien. Me propuso follar pero me negué. Entonces vi que aparecía la siamesa por atrás y saltaba furiosa sobre el cuerpo de la batiestripper. Mordía las nalgas de Gatúbela, rayaba sus pechos, casi la descuartiza. De pronto las dos desaparecieron y una sombra sin forma se acercó amenazante. Empecé a correr hasta desembocar en una laguna llena de tiburones que en un sentido me atraían (por el olor) y en otro me daban miedo (por el tamaño). Cuando desperté algo o alguien gritó muy fuerte”. El psicogato encendió la pipa que siempre tiene lista para estos casos. En el consultorio lleno de humo se hizo un silencio largo. Hasta que el analista habló. “Gatúbela es claramente una fantasía anal, la siamesa es su mamá insatisfecha, la sombra es el deseo libidinal no realizado”. Grusswillis comprendió que había llegado la hora de partir. Pagó a desgano con una bolsita y media de Urinary Care y regresó a mi casa. Antes de dormir alcancé a oír su inesperada conclusión. “El psicogato es un gilipollas", susurró usando una palabra leída hace poco en Memorias de una gatita rusa. No la entendió pero sonaba bien. Fue inútil que yo defendiera el valor de la terapia en momentos de duelo y melancolía como el suyo. Esa noche mi gato durmió bien por primera vez en tres semanas. Yo aproveché para robarle todas las novelas eróticas y -a partir de entonces- empecé a tener sueños muy raros.

L.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Detrás de los cristales llueve y llueve


Los poetas se ponen poéticos cuando llueve. También los enamorados y los melancólicos. Algo desata de pronto una lluvia de lugares comunes. Detrás de los cristales (jamás del vidrio) llueve y llueve. Se oye el sonido de las gotas repicando en el techo de chapa y eso -dicen los expertos- tiene efectos afrodisíacos. Los rebeldes se jactan de salir a la calle sin paraguas. A la joven protagonista de Farenheit 451 le gustaba andar bajo la lluvia de cara al cielo. Bebía las gotas con deleite y eso la convertía en subversiva para un sistema enemigo del deseo. La lluvia es una interrupción. La lluvia no tiene objetivo. La lluvia es una desgracia con suerte.
L.

martes, 24 de noviembre de 2009

La última frontera


Y de eso hablábamos con Lara la mañana en que se soltó el pelo como queriendo convertirse en una tormenta de hojas, un remolino, algo parecido al viento o a los barcos. Ella decía que era su manera de salvarse. Yo pensé que estaba loca. Se soltaba el pelo, lo volvía a atar, abrazaba un piano, imitaba a las ramas del árbol más alto del bosque. A Lara le gustaba encerrarse en una jaula para probar que escapar es posible. No sé cómo hacía para torcer los alambres a último momento. En la cama era igual. Me hacía creer que yo manejaba los hilos cuando de pronto se daba vuelta, me atenazaba con los muslos, se reía con fuerza y terminaba sometiéndome a sus caprichos. Después yo solía decirle que no siempre es bueno atarse a un piano. A cualquier cosa en realidad. Ella replicaba que una soga puede ser un puente a la libertad. Y en eso íbamos cuando un día –una tarde- señaló con la mano las zapatillas colgadas en un cable. Bajo la lluvia oscilaban como alas destrozadas. Parecían vivas. Yo le dije y qué. Y ella me dijo que le gustaría colgarse también y mirar el mundo desde ahí. La tomé de la cintura y le pedí que se calmara. Le aclaré que no hacía falta subirse a ningún lado para sentir el aire o las nubes. Y que no debía llenar su cabeza con pájaros de humo. En aquel momento pareció entender y aceptó mis objeciones. Luego caminamos hasta no muy lejos de la estancia donde nos conocimos. Escribo este informe a pedido del juez. Porque el acto que cierra la secuencia sigue siendo un enigma. Lara se colgó del cable, como si fuera una zapatilla, y se quedó ahí, oscilando como un badajo de campana. Después se esfumó y es todo lo que puedo decir. Pasado un tiempo borré las huellas, me casé con una europea y tuve con ella dos hijos preciosos. De tanto en tanto (sin embargo) miro una foto borrosa de Lara. Es la única imagen que salvé del fuego. La sorprendí en ese modo tan suyo de atarse el pelo para volver a soltarlo, el mismo gesto que un día me llevó a caminar sobre las aguas y luego me alejó del cielo para siempre.

L.

Para ser escritor


Para ser escritor hay que tener un gato (como Poe), padecer ataques de epilepsia (como Flaubert), seducir lolitas como Bukowski, tener una vida tormentosa y atormentada, perder a los padres en altamar, ser criado por dos abuelas locas (como Capote), escribir en noches de luna negra junto a una botella de bourbon, salir de putas como Kafka por las calles oscuras de Praga (no de Plaza Once). Un escritor que se precie debe alimentar una biografía escandalosa y terrible. Hay un único problema. Para ser escritor hay que escribir.
L.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Domingo a las seis


¿Qué matan los que se matan? Si pudiera se lo preguntaría a Polito, Lugones, Cobain, Hemingway, Quiroga, Mishima, Woolf, Maupassant, Akutagawa, Storni, Pizarnik y tantos otros. Supongo que al optar por el gesto -como lo llamaba Pavese- pretendieron anular algo que les molestaba de sí mismos. Lástima que confundieron la parte con el todo y acabaron arrojando al bebé junto al agua sucia de la bañadera. Andrea me dice que el suicida clausura de un golpe todas las posibilidades del ser. Le digo que sí al tiempo que admito que más de una vez pensé en matarme. Lo pensé con la excusa de una mujer (aunque ninguna justifica semejante esfuerzo) o por motivos existenciales. Abandoné la idea al comprender que un día habré de morir como todos y que debo hacer algo mínimamente productivo en la sala de espera. El suicidio es una pregunta mal formulada y sin respuesta posible. Pero es una pregunta por el sentido de vivir y como tal es legítima. Por algo Camus la ubicaba como el tema clave de la filosofía. Tal vez por eso suele decirse que quien nunca pensó en matarse está mal de la cabeza.

L.

viernes, 20 de noviembre de 2009

El hombre viejo deja vida y muerte atrás

Ver el mar


Alguien me ordenó que mirara hacia otro lado y eso hice. Ya no recuerdo lo que vi. Luego me pidieron que dijera esto, aquello y lo de más allá. Y obedecí. Pero mis palabras se perdieron en el ruido y la locura. Me exigieron entonces que observara una pantalla gigante. Y que no olvidara las tetas de Luciana Salazar. Pero tuve sueño y me dormí. Al despertar volvieron a pedirme que mirara hacia otro lado. Yo quiero ver el mar, les dije sin pensar. Perdí la vida mirando hacia otro lado. Y yo quiero ver el mar, les dije.

L.

jueves, 19 de noviembre de 2009

La felicidad engorda


Algunos turistas se tiran en la playa y toman sol hasta la noche. Son tan felices haciéndolo que engordan rápidamente. Los adictos a Internet –yo entre ellos- pasan horas frente al monitor. Mientras lo hacen comen y beben con fatales consecuencias para el sobrepeso. Lo mismo pasa viendo tele, durmiendo todo el día o como resultado de leer en exceso. De nada sirve ir al gimnasio si optamos por una vida contemplativa. La mejor dieta pide actividad y privarse del goce. Como parte del entrenamiento los expertos recomiendan andar en bicicleta, caminar cuarenta minutos diarios (al ritmo de una cuadra por minuto) y hacer el amor una vez al día. Aplicando esta última receta -leí hace poco- se adelgaza medio kilo por vez.
Sería uno de los pocos ejemplos de felicidad dietética.

L.

La ilustración pertenece al pintor español Pablo Picasso.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿Es real la vida real?


Lo evidente, lo común, lo de todos los días. ¿Es la única fuente de donde beberemos? Dicen que las películas son buenas si se nutren de historias reales. Un perfil de Facebook atrae si su autor detalla lo que está comiendo y cuenta que hace un rato fue al baño. Los realitys muestran la vida en directo: una joven duchándose, una pareja haciendo el amor ante las cámaras. Las ventajas de una existencia palpable, carnal y periodística resultan imbatibles -al menos en apariencia- frente al opaco mundo de la poesía, la imaginación y las fantasías de cualquier especie. El erotismo no se ve. De ahí el éxito de la pornografía cotidiana. Nadie puede tocar o comer angustias, amores, dudas, fulgores de raro encanto. ¿Está realmente viva la vida real? ¿Deberíamos renunciar a la verdad del arte y los sueños en nombre de una perfecta hoja de lechuga?
L.

sábado, 14 de noviembre de 2009

La mejor manera de esperar


Nunca es triste la verdad, se resignó mi gato al aceptar por fin que había perdido para siempre el amor de la siamesa. No es triste ni tiene remedio, insistió en los techos ante un público ignorante de que estaba plagiando un conocido tema de Serrat. El problema era cómo seguir. ¿Sin la siamesa todo perdía sentido? No. Con amor o sin él la vida no tiene sentido, se dijo pirateando esta vez a Albert Catmus (léase catmiú), filósofo de la vecindad. Grusswillis lo había leído mal durante sus incursiones en la cátedra de existencialismo dictada en la calle Puán. Armado de esta nueva gatovisión decidió que sería él mismo quien le daría valor y color a sus días. Lo primero fue salir de putas. Un clavo saca a otro clavo (pensó) y nada mejor para eso que la promiscuidad, la droga y el alcohol. Visitó el catswinger de Castro Barros pero la experiencia fue desastrosa. Una perra le propuso armar un trío con él y una gata de angora que recitaba a Bukowski de memoria. A mi gato la escena de exhibiciones, erecciones y eyaculaciones le pareció patética. No debo hundirme en esta mierda, concluyó. Y se dirigió nuevamente al tugurio de Puán. Imaginó que en ese ambiente progre y lleno de intelectuales que leen a Foucault encontraría a una gata de su estirpe. Pero tampoco ahí pasó nada. La última idea fue anotarse en un taller literario. Pero cuando supo que el curso se basaba en la lectura de El gato negro -un aburrido relato de Poe- prefirió la pasividad budista. No actuar resultó, a partir de entonces, su principio rector. Fue así, en actitud de tensa espera, que lo sorprendí frente a la puerta de mi casa. No lo pude fotografiar porque la digital se quedó sin baterías. Hice entonces un boceto apurado (el que puede verse arriba) para mostrar cómo luce Grusswillis en su novedosa línea taoísta. La mejor manera de esperar –le aconsejé antes de salir- es ir al encuentro.
No le dije, claro, que la frase era robada.

L.


El dibujo que ilustra este post fue realizado por Andrea Rocha.

Cinco almas


Cinco almas se han manifestado en mí últimamente. La enamorada, la pragmática, la autocrítica, la idealista. Hasta que finalmente apareció un alma constante: la que se esconde, la que se refugia en los libros para tratar de entender el mundo, la que ha encontrado en las palabras la mejor manera de vivir o, a veces, de evitar la vida.


Andrea

Escena en el mar


Los barcos esperan turno para entrar al puerto. Desde aquí los veo. Pero el puerto no está para barcos. Ellos aguardan señales en medio del mar. Se han vestido de fiesta y la noche los alumbra con nubes de luciérnagas. La proa de algunos apunta hacia la costa. La popa de otros se alivia en cordones de llanto. Hay actividad en cubierta. Imagino bailes de marineros borrachos. Las putas se regalan por un beso o por un pie. El deseo es una ola que no alcanza a romper.
Y yo escucho un leve deslizarse de remos en el agua.

L.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Jardín prohibido I


Va a llover, ya está lloviendo, las gotas se destrozan con placer en el mosaico. Debo tener ocho años, a lo sumo diez. Descalzo, casi brutal, empiezo a lanzar gritos de indio malo. Sólo me faltan tatuajes en la espalda y los tambores que llaman a la guerra. La guerra es un ruido muy lejano. Derivo por el patio hasta desembocar en el jardín. También la tortuga ha salido a corretear bajo la lluvia. Todavía el perro no tragó su cabeza. Todavía no murió mi padre. Y mi hermana (todavía) no se volvió loca. Adán y Eva no fueron expulsados. Mis hijos no nacieron. No conocí a esa mujer que luego olvidaría. No voy a llorar. Salto en alto, salto con los pies, triple salto mortal. Soy un maorí desacatado y sin moral. Me bajo el cierre del pantalón, orino contra el ligustro, aplasto con los pies unos cuantos caracoles, imito el gesto escurridizo de la iguana. Mamá, desde la puerta, agita sus brazos y me llama. Para que no me vea trepo al naranjo del fondo. Porque en el fondo todos somos buenos.

L.

Jardín prohibido II


Las espinas del tronco me lastiman. Siento en la cara el oscuro latigazo de las ramas. Estoy llegando alto. Aquí no van a descubrirme. Pronto voy a volar en el cielo gris. Abajo, muy abajo, se vive de recuerdos alegres. Aquí arriba no llueve y nadie ha muerto. Aquí no hay violaciones ni perros ni disparos. Debo estar pisando el paraíso sin saberlo. Mi madre se ha cansado de gritar: debe estar haciendo la revolución en algún lado. Un pájaro se ha posado en mi cabeza. Ahora es mi padre el que amenaza. Ya no hay nubes ni escaleras. Debo tener quince o veinte años. A lo sumo treinta. Mi hermana dio el último portazo y se fue. Una desconocida cuelga la ropa interior recién lavada. Se sienta luego en un sillón de mimbre y lee con desgano. Puedo espiarla mientras se toca las piernas. Un hombre la besa -después- con boca de lagarto. Estoy solo. Mejor me duermo, mejor me callo, mejor me rindo.
L.

Jardín prohibido III


La casa de los muertos fue vendida al menudeo. El padre no aparece en la maldita foto. La madre no recuerda nada. Alguien le pide peras al olmo (son deliciosas). La novia arroja el ramo a las estrellas. El jardinero ha enterrado su último plantín. La entrepierna de la dama todavía está mojada. La brisa ya es viento y el viento un temporal. Oscuramente vuelan por el cielo las hojas amarillas. La tortuga descansa en paz, los divinos hijos han nacido, Adán y Eva discuten por una cuenta sin pagar. Alguien enciende una fogata para apagar los ecos. Dan un poco de pena las cortinas, los libros consumiéndose de a poco, la mesa de roble convertida en súbita ceniza. Queda una marca de nombres en el tronco, una huella de zapato en el césped y un para siempre borroneado en el papel. Va a llover, ya está lloviendo, que el último apague la luz endemoniada.

jueves, 12 de noviembre de 2009

¿Por qué nadie habla?


La única manera de saber qué queríamos decir es diciéndolo. ¿Por qué nadie habla? ¿Por qué todos se limitan a reproducir voces ajenas? ¿Tendrán miedo? ¿O se callan por respeto a los que saben? ¿Realmente saben los que saben? Y en tal caso, ¿no convendría que hablaran de una vez los que no saben? La única manera de entender qué queríamos decir es diciéndolo. Y si dejamos que hablen otros en nuestro lugar tendremos luego que pagar las consecuencias.

L.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Seis consejos inmorales


1/ Podrás beber, fumar, drogarte. Podrás ser loco, homosexual, manco o epiléptico. Lo único que se precisa para escribir buenos libros es ser buen escritor. Eso sí: te aconsejo no escribir drogado ni borracho ni haciendo el amor ni con la mano que te falta ni en mitad de un ataque de epilepsia o de locura. (Abelardo Castillo)
2/ No escribas jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o novio, en tu esposa o marido. Ni siquiera en el lector hipotético. Mentí siempre. (Juan Carlos Onetti)
3/ Tal vez seas envidioso, rencoroso, un poco estúpido, avaro, cornudo, mal amigo. No te preocupes. Un buen libro siempre es mejor que la persona que lo escribe. (Abelardo Castillo)
4/ Quien huye del mal gusto cae en el hielo. (Pablo Neruda)
5/ La palabra ramera no tiene la dignidad de la palabra puta. (Liliana Heker)
6/ Los libros no son buenos o malos en un sentido moral. Están bien o mal escritos. (Oscar Wilde)

martes, 10 de noviembre de 2009

Una mujer y un hombre



Un hombre no nace para ser marido, periodista, mujeriego, militar. Una mujer no nace para ser esposa, madre, puta, estudiante, cantora o analista. Un hombre y una mujer no nacen para esto o aquello. Extraños deportistas se encargan –sin embargo- de convertirlos en esto o en aquello. Para realizar su obra los ejecutores cuentan con la resignada complicidad del hombre y la mujer.

L.



La ilustración fue realizada por la artista plástica María Bedoián.


Memoria de la luz


En la costa se acuesta la bruma. Desde lejos se adivinan peces. Alguien pide volver al silencio de las antiguas noches. Y se le concede un tiempo vasto, serenísimo, sin bordes. Lo que importa no es la luz que se enciende en todas partes. Lo que importa es esa lámpara que alguna vez apagamos para guardar la memoria de la luz.

L.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Las aves preguntan


Una mujer se desnuda en el verano. No sabe adónde se dirige la manada. Lenguas de aceite limpian el aire y alguien extiende una sábana de fuego. Las aves preguntan por los que no están. Cae un aro en el estanque. La mujer escucha el paso de las bestias. Tiembla. Quiere hablar. Pero se duerme un poco antes de dormir.
L.

viernes, 6 de noviembre de 2009

¿Dónde estás ahora?

Otro año que se va


Aún estamos en noviembre/quedan algunos días o milenios para las divinas fiestas. Pero en el ambiente se respira ya la sensación de un año más disuelto en el aire. Otro que se va sin dejar huella. Pasó tan rápido que no puedo creerlo, se asombra alguien frente al almanaque. ¿Y qué no hicimos en 2009? ¿Qué pescado no vendimos? ¿Y a quién? El tiempo es veloz e implacable. La vida es lo que pasa mientras estamos ocupados en otros planes, dicen que dijo Lennon poco antes de ser asesinado. ¿Será así? Quizás también nos engañamos cuando creímos que el amor nos salvaría quién sabe de qué. Fuimos sordos y mudos. Pero aún es tiempo de reaccionar.

L.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Mil veces no debo


A la Madre Isabel le debo mis brazos firmes. No sé cuántas veces me obligó a permanecer con las manos arriba durante horas como reprimenda por mi mala conducta. A los cuatro años resulté ser una niña bastante rebelde para los cánones de las monjas eucarísticas. Me escapaba de clase para recoger flores de manzanilla, le huía a las presentaciones y me mojaba el cabello si tenía calor. Todo eso era una afrenta para la reverenda morena y gorda. Me forzaba, además de castigarme, a escribir mil veces no debo. Terminé el preescolar con los músculos fortalecidos y una excelente grafía. Fue también gracias a ella que conocí los infinitos nombres del infierno. Averno, tinieblas, orco, horno tostadero. El que más me gustaba era el de paila mocha. La Madre Isabel me quería a su modo. Me lo demostró con los abrazos asfixiantes que me daba al final de clase y con la pequeña estatua de la virgen que me regaló cuando cumplí cinco años. Hace mucho que dejé de ser católica…Si es que alguna vez lo fui. Pero tuve que asistir a tantos rezos, misas y catequismos que algo de eso quedó en mí: una cierta sensación de culpa, la idea de que alguien me está mirando siempre y -por supuesto- unos brazos fuertes capaces de cargar con la más pesada cruz.

Andrea

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Deseo 2010


Por alguna razón matamos lo que amamos. El deseo -secreta fuente de vida y creación- parece una distracción inmerecida y banal. Una pérdida de tiempo. Alguien ha dicho que debemos ocuparnos de las cosas que importan: eventos familiares, fútbol, tevé, redes sociales, buena conducta, juntar plata, enviar mensajes de celular. ¿Nos gustaría escribir? Hay tareas más divertidas y de satisfacción más inmediata. ¿Quisiéramos pintar un cuadro? En vacaciones lo haremos. ¿Una vocación postergada? Ahí la dejaremos. ¿Un proyecto secreto? Lo pensamos en 2010. ¿Empezar terapia? Para qué sumergirse de nuevo en lo que ya fue. Mejor hablar con amigos que sale barato y es más práctico. ¿Enamorarnos? ¿Sentir la vida? Mañana o pasado mañana -dilataba Pessoa en un poema- te diré las palabras. La ley del deseo es lo único que podría rescatarnos de la anomia. Pero por alguna razón matamos lo que amamos.

lunes, 2 de noviembre de 2009

La decisión de Grusswillis


Esta pareja de gatos de madera es el único recuerdo que Grusswillis conserva de la siamesa. Ahora ni siquiera sabe si fue amor lo que tuvo con ella. Amor o qué mierda, suele preguntarse vomitando afrentas. Ya le cuesta imaginar la cara, el lomo erizado y hasta la voz de la traidora. En estos días mi gato se deshizo de pequeños e inútiles objetos: la bombacha felina que compraron juntos en un pornoshop de Caballito, el pijama de seda que ella solía usar en verano y terminó colgado en un poste, los pelitos color café. Luego vendrían nuevas tareas como tirar el anillo al agua, lijar ralladuras de uña en el sillón, cortar con los dientes la cinta roja comprada en Bahía do Gato (renombrado catcenter de la negritud felina) y romper en pedazos un boleto del colectivo 127: sólo él sabe por qué. Fue un segundo entierro. En plena actividad Willis pensaba todavía en el descaro de su ex. Y hasta revivió algunas imágenes sueltas de Gatúbela en Batman II. Ahora sólo quedan juguetes de madera y con ellos algo debe hacerse. Grusswillis duda y por eso consultó de urgencia al psicogato de los techos. Sin decisiones no hay destino, se dijo en la sala de espera para darse fuerza. El profesional, de lentes y bigotes excesivos, le dijo que tirar o no tirar los restos materiales de un recuerdo era indistinto, que lo que importa es el proceso interior y saber hasta qué punto el caso ha sido superado o sigue latente. Mi gato no entendió nada, pagó la sesión con una bolsa de alimento balanceado y luego, en soledad, pensó detenidamente en la cuestión. Voy a conservar este recuerdo porque es mío, decidió por fin. El pensamiento lo llenó de energía y misteriosamente lo impulsó a darse una vuelta por las piedritas. La limpieza del alma comienza a veces en el lugar menos pensado.
L.