viernes, 13 de noviembre de 2009

Jardín prohibido III


La casa de los muertos fue vendida al menudeo. El padre no aparece en la maldita foto. La madre no recuerda nada. Alguien le pide peras al olmo (son deliciosas). La novia arroja el ramo a las estrellas. El jardinero ha enterrado su último plantín. La entrepierna de la dama todavía está mojada. La brisa ya es viento y el viento un temporal. Oscuramente vuelan por el cielo las hojas amarillas. La tortuga descansa en paz, los divinos hijos han nacido, Adán y Eva discuten por una cuenta sin pagar. Alguien enciende una fogata para apagar los ecos. Dan un poco de pena las cortinas, los libros consumiéndose de a poco, la mesa de roble convertida en súbita ceniza. Queda una marca de nombres en el tronco, una huella de zapato en el césped y un para siempre borroneado en el papel. Va a llover, ya está lloviendo, que el último apague la luz endemoniada.

3 comentarios:

  1. Este relato es una seguidilla de imágenes, como flashes, en mi cabeza. Me llevaron a verlo todo rápidamente pero a conciencia. Gran texto, ojalá sigan estas imagenes por al menos, lo que queda del día.

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  2. Pero la luz sigue ahí. El último dudó. Miró el tronco. Recordó el naranjo. No todos los ecos deben desaparecer pensó y no la apagó.
    Graciela B

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  3. Muy bueno! una bella muestra de como el relato ordena una vida larga y llena de matices, con idea de continuidad.
    e

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