Freud, viejo optimista de las Luces, creía que alguna vez las ilusiones y el autoengaño se disiparían para dejar lugar a los avances del mundo científico y a las verdades parciales. El freudiano Lacan, por el contrario, era escéptico en ese punto. Pensaba que la ignorancia como sistema de vida terminaría derramando sentido en todas las direcciones imaginables hasta asfixiar cualquier tentativa de entender lo que pasa y nos pasa. Basta mirar el mundo así sea superficialmente para confirmar que Lacan tenía razón. Una gran mayoría de la población humana se la pasa levantando altares, encendiendo velas, arrodillándose ante la mentira en cualquiera de sus formas y contenidos. Y nada indica que eso vaya a cambiar. Algunos, unos pocos, resistirán sin embargo y seguirán buscando mínimas certezas, también nuevas dudas, admitiendo en silencio que vivimos todos en la mayor incertidumbre de los tiempos.
L.
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