jueves, 11 de julio de 2013

Paula se levanta la remera


Paula se levanta la remera de pronto y sin motivo aparente. Lo hace a la mañana, a la tarde o a la noche. Sin avisar. Hay otro dato singular en el gesto señalado. Paula no lleva corpiño cuando toma semejante decisión. O sea. Sus pechos asoman enérgicos y tensos luego de ser liberados de tal modo y, como se ha dicho, de manera inesperada. Paula es así. No hay en la actitud nada relacionado con seducción, ningún plan, ninguna propuesta decente o indecente, nada de esas cosas que se ven en las películas. Ella se levanta la remera y echa la cabeza hacia atrás como si quisiera mirar el techo o quién sabe qué. Es un invento personal que admiro en ella. Sube su remera o el buzo o la blusa hasta muy alto, rozando el cuello casi, y sus tetas, prefiero llamarlas así por razones estilísticas, apuntan directo a mis ojos como si fueran otros ojos que me buscan y preguntan algo desde algún lugar distante. No sé si la quiero por gestos como ese pero debe tener que ver. Paula se estira hacia arriba como una boa, o, mejor, como un elástico de los que se venden en las mercerías. Ella se queda de pronto fija como una estatua, semidesnuda y fija como si así detuviera el tiempo o el movimiento de los trenes. Y entonces, en ese mismo instante, le digo que la amo como se ama a alguien que siempre dice la palabra siempre. Y recién ahí Paula baja muy abajo su remera, es decir, como si ya no hiciera falta.
L. 

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