miércoles, 24 de agosto de 2011
Lectura libre
Nada peor que leer por obediencia, moda o imposición. Borges decía que hablar de lectura obligatoria sería tan absurdo como hablar de felicidad obligatoria. Hace años, por ejemplo, que no leo diarios. O leo apenas lo fundamental de ellos. A lo sumo una nota marginal que me interesa por razones inexplicables. Los diarios en general mienten, deforman, construyen realidades anómalas y mal escritas. Basta con eso. Prefiero leer cuentos de Felisberto Hernández que me llevan a recordar lo que nunca viví. O los relatos eróticos de Anaïs Nin que calientan como es debido. O las aventuras del Hobbit en la aldea de Bolsón Cerrado. Prefiero hablar con le petit prince y escuchar, una vez más, cómo cuida a su rosa en el asteroide B612.
L.
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