sábado, 27 de agosto de 2011

Todos los besos I

En su libro La vida sexual de los salvajes el antropólogo Bronislav Malinowsky menciona a un pueblo primitivo de Nueva Guinea cuyos habitantes ignoran el beso. Ellos se complacen mutuamente mordiéndose las pestañas. Papuanos y grupos tribales africanos se dedican al intercambio de alientos y aromas. Los mongoles aprietan su nariz contra la mejilla del otro. Los japoneses carecen de un vocablo para designar al beso. Los estudiantes chilenos se besan frente a los ministros como forma de protesta. Besar, define el diccionario, es tocar con los labios una cosa en señal de amor o reverencia. En la Biblia se dice que Dios insufló la vida a Adán desde su boca sagrada. Quizás esto explique el hecho de que algunas civilizaciones relacionen el encuentro de las bocas con lo espiritual. Los psicoanalistas hablan con frecuencia de la oralidad como una forma singular del coito. Y más allá de esta lista soñamos todos con un beso especial -yo sólo quiero aquél- que no volverá a repetirse.
L.

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