Había dejado en la vereda un montón de cajas y bolsas llenas de fotos, cartas, recuerdos, anotaciones de todo tiempo y lugar. La mudanza inminente me había obligado a deshacerme de tanta evocación acumulada, tanta imagen ahora inútil, tantas hojas que alguna vez fueron verdes y ahora están tan secas. Pobrecitas. Unas horas después salí a caminar por la zona, y, tras el paso inefable de los buscadores de perlas en el barro, observé en la esquina de mi casa fotos de novias de otras primaveras, cartas anhelantes, desesperaciones en forma de libro o cuaderno borroneado. Los recuerdos de mil años convertidos de pronto en basura dispersa que el viento arrastra y lleva quién sabe adónde mientras camino sin rumbo por la calle de una ciudad cualquiera y ya olvidada.
L.
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