sábado, 16 de noviembre de 2013

Vela que vuela


Vivimos en tiempos de barbarie. Inútil darle nombre de Modernidad a la prehistoria más obscena y a la vez más rudimentaria y seca de la humanidad. Los hombres que habitaron y pintaron las cavernas de Altamira son diez mil veces más avanzados que nosotros en todos los sentidos imaginables. Ni hablar de los filósofos presocráticos. Cualquier pensamiento de Heráclito, Demócrito o Tales de Mileto supera por lejos al ideario de Hegel o Kant. La prehistoria se llama hoy sociedad del espectáculo o show de la intimidad. Es la banalidad consentida y admirada incluso por los autodenominados cultos o aristócratas del saber. El mundo del pensamiento agoniza o directamente deja lentamente de existir. En la actualidad productiva y desmemoriada la sola idea de "lo serio" resulta anticuada, poco realista, incluso malsana o enfermiza. Barbarie es lo que cunde y barbarie parece a veces el nombre del futuro. Ante una época definda por la caída de los ideales de redención humana cabrían apenas tres actitudes. Retirarse del mundo, resignarse al mundo o intentar cambios parciales, mínimos pero efectivos concentrados sobre todo en el mientras tanto. Encender una vela, dice un conocido y sabio proverbio, es mejor que pasarse la vida maldiciendo la oscuridad.
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