lunes, 25 de noviembre de 2013
Naturaleza condenada
Leo en el diario una noticia acerca de la muerte en Australia de Chris Boyd, un surfista atacado por un tiburón blanco en el mar de Gracetown. Como consecuencia de la tragedia se reavivaron en el lugar las peticiones tendientes a sacrificar a todos los escualos de más de tres metros de largo. Como es de imaginar los tiburones no son malos ni buenos. Son, simplemente, integrantes de una especie en extinción. Doris Lessing, escritora sudafricana que falleció en Londres el 17 de noviembre último, cuenta en un libro la triste historia de un granjero de la antigua Rodesia del Sur, hoy Zimbabwe, al que un día se le ocurrió comprar un toro de grandes dimensiones cuya presencia causó impacto en el pueblo. Un día el toro mató a su cuidador, un joven negro de doce años que se confió demasiado. Se celebró entonces un tribunal de justicia donde los parientes del muchacho exigieron venganza. El toro ha matado. El toro es asesino. El toro fue sacrificado. Para terminar puede citarse un incidente ocurrido en Francia donde un árbol fue sentenciado a muerte. Esto ocurrió a fines de la Segunda Guerra Mundial. El árbol evocaba al general Petain, considerado durante un tiempo como el salvador de Francia y luego como traidor a la patria. Cuando Petain cayó en desgracia el árbol fue solemnemente ajusticiado por colaborar con el enemigo. Ese es el mundo que extrañamente habitamos y fusilamos.
L.
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