Ella se sitúa en un punto equidistante situado entre el bosque y el mar. A veces da vueltas alrededor mío con su bicicleta de playa. O se tiende como una alfombra roja para que yo camine y orine por ahí. Suelo confundirme en tales casos. El bosque y el mar son demasiado amplios. Hay muchos elementos donde el pelo se mezcla con las olas, las ramas finas, los troncos, los pájaros que gritan sobre todo en la noche. Y la cabaña de troncos. Y la luna que asoma deforme entre nubes de fieltro. No puedo verla en sí misma. No puedo sino inventarla y ubicarla en un punto equidistante situado entre el bosque y el mar. Ese punto no existe pero es, claro, el único que importa.
L.
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