Hojeaba ayer en el quiosco una revista llamada Psicología Positiva. Lo primero que sorprende es el optimismo enfermizo que domina en sus páginas. Lo más curioso es que todas las notas están llenas de indicaciones. No son consejos o sugerencias. Son órdenes. Parece que debemos ver solamente el lado bueno de las cosas. Perder miedo al rechazo. No dejarnos influir por gente depresiva. Mirar hacia adelante (¿dónde queda eso?), buscar pareja adecuada (¿cuál sería exactamente?), darle más tiempo al placer, controlar impulsos que llevan al error, aceptar los defectos de los demás, incluido el mal aliento de origen bucal, sonreír siempre ante el dolor y dejar de recordar. Esto último es lo principal. La memoria es para la revista el enemigo público número uno. Pensé que si el cambio de vida se fundara en cumplir esos mandatos todo sería tan fácil como sospechoso. Por eso, pensé también, el psicoanálisis no goza de popularidad. No promete nada, no da indicaciones, invita a trabajar con el pasado en función del presente, descarta las falsas oposiciones entre buenos y malos, angustia o felicidad, éxito o fracaso. ¿Para qué sirve entonces una terapia larga cuyo único resultado consiste en vivir sabiendo? Mejor hablar con un buen amigo, ir de shopping o leer Psicología Positiva unos minutos antes de llorar o pegarse un tiro.
L.
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