martes, 20 de mayo de 2014
En la rama
No lo puedo entender, la verdad, no puedo entender para nada al hombre subido en esa rama alta de un árbol seco. Sé muy pocas cosas que me contaron quienes lo acompañaban en esa oportunidad. Cuadro de situación. Un país extranjero, el grupo rodeado por un ejército enemigo, delatores, el asma como un compañero sucio y malhablado. Y entonces, ya sin ganas de escribir su diario, ya sin proyectos de ningún tipo, deshecho por dentro y por fuera el hombre, ese del que estoy hablando apenas, estaba entero, más entero que el árbol al que se había subido y ahora, porque esto que cuento está ocurriendo ahora, el hombre de ropa ensangrentada y sueños gigantes abre un libro, creo que de Jack London o de Onetti (el dato no es relevante) abre un libro luego de haber encendido la pipa y escuchado cómo zumban y retumban las balas enemigas. El hombre lee, no cree en el Purgatorio, tampoco en el Paraíso, no le importa, lo que se dice, nada. Es el peor de todos. No se cuidó. Se dejó llevar apenas por impulsos y ahora lo veo entero, tan grande al lado mío que da pena, como dicen en Colombia, una pena muy grande, y me arrodillo bajo la rama y espío, desde no tan lejos, para no molestar. Y sin ser creyente rezo para que venga la noche de una vez.
L.
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