Las cosas empiezan siempre bien, como en el cine. Primero una cita a ciegas o a vistas en un bar, una conversación sin tema pero con valor de lo no dicho, una promesa, otro encuentro, otro bar, un nuevo encuentro y finalmente lo que empezó vagamente se concreta concretamente. Siguen las cosas su curso, como en el cine. Escena tras escena, diálogo tras diálogo y algunos momentos difíciles que le dan color al conjunto. Pasado cierto tiempo de maduración las cosas tienden a desgastarse, cambiar, caer al suelo como las manzanas o los higos. La historia se estira tal vez un poco más y las cosas decantan solas y terminan siempre bien, claro, como en el cine.
L.
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