Extraño a Grusswillis, mi gato muerto el año pasado. Tanto lo extraño que a veces creo verlo bajo el sol de otras calles de la ciudad. Extraño a Flor Americana, mi primera novia. Tanto la extraño que a veces siento sus pasos rápidos y sonoros estampados contra la vereda. La sueño a veces en la famosa escena del taller de artesanía cuando la vi desnuda por primera vez. Extraño a mi padre y su angustia al volver derrotado del negocio. Extraño a mi madre y sus comidas lentas pero definitivas. Juntando a todos los seres perdidos o desaparecidos la nostalgia crece de pronto como la panza de una madre primeriza. Nadie extraña a una persona sino a la imagen que tiene de ella. Nadie ama. Nadie está donde dice estar. Pero no importa. La ausencia es real y duele. Duele de verdad.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario