No sólo debemos reescribir los textos personales o literarios para que resulten más efectivos. También deberían ser reescritos los recuerdos, el pasado remoto, la infancia, los amores vividos, gozados y terminados. La vida entera debería ser reescrita. Y no una sola vez sino infinitas veces. En este último caso la meta no es que el pasado, nuestro pasado, quede más bonito y ordenado. El objetivo es modesto pero fundamental. Que podamos entender al menos algo de lo vivido hasta hoy. Y desde la mirada de hoy que seguramente es más rica y menos limitada que la de ayer. Todo puede ser reescrito por esta vía. El pasado. El presente. Incluso el futuro.
L.
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