La gente que hace daño, ya sea un gran daño o un daño menor, es básicamente estúpida. Ignora que la estocada va y vuelve sobre quien la originó. Eso corresponde al orden de la mecánica social. Pero además es inútil como bien lo saben los criminales de guerra, los represores argentinos, los narcos que degollan a jóvenes en México, los paracos de Colombia y tantos otros. Inútil. La sangre derramada, también el egoísmo, no se traduce en ninguna flor. Al contrario. Campo minado. Desierto incierto. Hannah Arendt acuñó el concepto de banalidad del mal. Alude a esto mismo. Los criminales de guerra nazis, ejemplificó, no eran malas personas. Tampoco buenas. Eran gente incapaz de pensar. Eran idiotas. Cumplían órdenes o incluso las daban. Todo mecánicamente. Ni siquiera puede decirse instintivamente porque el instinto entre los humanos está extinto. La rima vale esta vez. La gente que hace daño, ya sea en el baño o en un caño, cabe insistir, es, en última esencia, imbécil.
L.
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