miércoles, 16 de noviembre de 2011

Eros cotidiano


La importancia capital del sexo en nuestras vidas no es un invento de Freud. El médico austríaco se limitó a descubrir algo que estaba en el aire. El erotismo no está en donde se cree que está. No se lo percibe en prostíbulos o clubes swingers o cuentos impregnados, como se dice vulgarmente, de un tono subido. El erotismo viaja en subte, en las miradas, en los escotes, en las protuberancias genitales o frutales, en los sueños nocturnos, en los cuerpos y en el alma. Si el sexo no fuera importante el Génesis bíblico no empezaría por ahí. Y por ahí empieza. ¿Qué lectura darle si no a la escena de Adán y Eva ante el árbol del conocimiento? ¿Por qué la serpiente le dio tan sabios consejos a Eva? ¿Por qué esta última ofreció morder la manzana a su compañero edénico y adánico? El eros cotidiano no pide permiso para manifestarse. Nada podemos hacer para disminuir su poder. Por algo se producen de tanto en tanto erecciones generales y, en todo tiempo y lugar, lluvias inesperadas.
L. 

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