Fue célebre en Kafka su ambivalencia ante las mujeres. Las veía como sirenas seductoras y a la vez devoradoras. Ellas encarnaban tanto la sabiduría como su negación. Kafka utiliza con frecuencia la imagen de "carne rasgada" en alusión al coito que aceptaba con las putas y admitía resignadamente con las mujeres que amaba (Felice, Dora, July, Milena) como un duro precio a pagar, decía, "por el placer de estar juntos". El gran miedo de Kafka, que es el de todos nosotros, es que el amor degenere en institución, ley, costumbre o modelo a seguir. Kafka era enemigo de toda sujeción. En ese camino llegó a ver la sexualidad como un subproducto deleznable y atractivo. Una especie de sucio e imperioso deseo. Imperioso, justamente, por ser sucio. Demasiada limpieza en este campo suele ser intolerable.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario