viernes, 18 de noviembre de 2011

Hombre de los bosques


Ya nadie recuerda a Henry David Thoreau (1817-1862). Es citado al pasar en La sociedad de los poetas muertos, la conocida película de Peter Weir. Quienes hayan leído su novela Walden recordarán las desilusiones del autor. Perdí hace mucho a un perro, a un caballo, a una tórtola. Conocí a uno o dos viajeros que encontraron al perro, que oyeron el galope del caballo y que incluso vieron a la tórtola desaparecer tras una nube; estaban tan deseosos de encontrarlos como si ellos mismos los hubieran perdido. Thoreau fue a vivir al bosque, publicó tres libros, fue apóstol en su selva, pensó que para salvar la vida es necesario combatir. Permaneció soltero, fue un filósofo espiritualista e intuitivo, escribió únicamente para él. Jamás asistió a la iglesia, no votó nunca, no pagó impuestos, no comió carne ni bebió vino. En 1845 construyó una cabaña de troncos en las orillas del lago Walden. Ahí llevó una vida de trabajo y estudio. Solía decir que durante la noche se orientaba en los bosques mejor con los pies que con los ojos. Pensaba que no es bueno eludir el dolor. Tampoco el placer. Su vida fue un elogio constante de la vida salvaje. Y desde su amor a lo primitivo hizo una advertencia que debería ser más escuchada. Si te designan empleado público en la ciudad... no irás a Tierra del Fuego el próximo verano.
L.

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