lunes, 21 de noviembre de 2011

Zoo


Más allá del interés que puedan despertar un elefante, una tortuga gigante o una estilizada jirafa, pasear por el zoológico de Buenos Aires se parece demasiado a visitar una cárcel poblada de presos políticos. Resulta del todo incomprensible aceptar, también, que casi todas las especies exhibidas estén en extinción. Pero así es. Muy pronto el mundo carecerá de osos polares, tigres, peces o iguanas. Habrá que ir a verlos al zoo. Lo que más me impresionó en lo personal (y voy a usar ahora la primera persona dado que ayer nomás anduve por ahí) fue el caso de los papiones sagrados, unos monos de culo rojo y desnudo más conocidos como babuinos. Leyendo el cartelito colocado frente a la jaula me entero que los babuinos o papiones eran divinidades del antiguo Egipto. Dado su extraordinario parecido con los humanos se les permitía pasearse por los templos, eran embalsamados como faraones y hasta se pensaba que su alma seguía entrelazándose con ramas en los pocos árboles del desierto. La otra noticia es que en Egipto los babuinos se extinguieron ya. Y no sólo en Egipto. En el mundo entero. Se los puede ver todavía como dioses enjaulados, apoyando la cabeza en actitud pensativa, ofendiéndose con un joven cuidador del lugar porque no les da unas hojas frescas, observándonos a los de afuera mientras los de afuera, por ejemplo yo, nos hacemos la simple y fastidiosa pregunta de siempre. ¿Por qué ellos detrás de la reja y nosotros, que nunca fuimos dioses egipcios, en completa libertad?
L.

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