martes, 31 de julio de 2012

Viaje en piano


Los normales

En este mundo desquiciado y enfermo los normales son seres absolutamente excepcionales. Para los locos de verdad esa gente distinta, rara, inconcebible, debería ser eliminada de inmediato. ¿Por qué? Porque son normales, razonables, lúcidos, tranquilos. Eso los convierte de inmediato en enemigos del pueblo y en un claro obstáculo del progreso universal. Los normales padecen de normalidad y eso es peligroso. En el mundo del revés una persona equilibrada puede colocarse de pronto a la vanguardia, romper con todo y rehacerlo sobre nuevas bases. Si los anormales dejan sueltos a los normales podría cambiar la vida por vía revolucionaria. Esto último es sinónimo de subversión y ya sabemos, al menos en la Argentina, cómo terminaron los subversivos. Cuidado con los normales. Son seres absolutamente excepcionales.
L.

Los que flotan


Los que flotan son, no sé por qué, sospechosos. ¿Por qué no se hunden nunca? ¿Por qué, siendo grandes, largos y pesados, siempre se deslizan como haciendo la plancha? A veces los veo desde lejos y en un punto los envidio y los admiro. No le tienen miedo a nada. Mientras navegan se ríen de las olas y los icebergs. Ninguna tormenta los afecta. Actúan como los músicos del Titanic. Siempre caen parados o acostados. Jamás nunca pierden la compostura. Estiran un brazo, después otro, mueven apenas las piernas perfectas y estilizadas y logran llegar a cualquier lado. Los que flotan no se hunden. Los que flotan son, por eso, altamente sospechosos.
L.  

lunes, 30 de julio de 2012

Los que se ahogan

Los que se sienten seguros en la playa no se preocupan por los que se ahogan. Es natural. En la playa se la pasa bien, hay solcito, lindas chicas, hombres tallados en gimnasios, gente buena y feliz. Los que se ahogan, en cambio, no pueden solos contra la marea. Y, para colmo, los tiburones acechan casi tanto como los remolinos. Los que se sienten seguros en la playa se ríen de los que se ahogan. Pero eso se debe a la desinformación. Nunca oyeron hablar de maremotos y cosas así. Los ahogados, en cambio, están en contacto directo con la verdad más cruda.
L.

Prueba de amor

La verdadera prueba de amor viene después. No antes y ni siquiera durante el acto banal y subsiguiente de fumar un cigarrillo compartido, ducharse, vestirse o mirar televisión. Viene después. Llega en los instantes, minutos, horas, días, meses, años, siglos que siguen a la imperiosa fusión de los cuerpos. Recién después se pone en juego el valor cierto del vínculo. Su pasado, su presente, su futuro. Si había algo más se notará posteriormente. Si había algo menos también. O sea. La verdadera prueba de amor viene después.
L. 

domingo, 29 de julio de 2012

Feliz 2046


La cura




Le pregunté a mi analista qué significa curarse en psicoanálisis. Sé que la cura total y completa no existe en ese campo y tampoco en el de la medicina clínica y homeopática. De cerca nadie es normal. Pero igual, y a manera de provocación, hice la pregunta. Habíamos hablado ya de varias cosas y me quise adelantar al ineluctable fin de la sesión. El tiempo urge. ¿Qué significa curarse en psicoanálisis?, pregunté. La mujer fue contundente. Curarse es dejar de repetir

Blanca, delgada, nerviosa



Playa Invierno


Demoré en descubrir que el viento nacía del cuerpo de esa mujer. El verano había matado en mí toda esperanza. Me habían advertido que no hay brisa en Playa Invierno. Los recuerdos son un puente que se hunde en el pasado. No hay brisa ni perfumes ni sueños. Lo que vi al llegar confirmó los rumores. Calles de tierra, un surtidor de nafta abandonado y los infaltables barquitos en la arena: uno había sido bautizado Así es mi destino. Mi destino viaja en botes de madera balsa. Atrás se veía un pescador con gorro de paja entretejida. Lo sujetaba con la mano como si se fuera a volar. ¿Acaso no sabía que el viento es un cuento más en la caleta? La mujer y yo caminamos sin hablar bajo un sol quieto. Cuando llegamos a la casa nos atacó un perro. Mordeduras, ladridos, un hilo de sangre. Dejamos el equipaje y abrimos al azar una canilla. Ni una gota. Playa Invierno es así. Nos recostamos sobre unas cuchetas que alguien dispuso en el cuarto de dormir. Le advertí a la mujer que yo era un solitario. Le dije que venía del País del Silencio. Traté de besarla pero me detuvo. Tendrás que esperar, dictaminó mirando el techo poblado de moscas. Salí a caminar aprovechando que el aire estaba frío. Regresé más tarde y allí me esperaba la mujer con una jarra. Algunas gotas se habían volcado en el polvo. No sé si fue impresión o qué pero un viento fuerte empezó a soplar desde algún lado. Un olor a hembra sudorosa empezó a invadir el caserío. Demoré en descubrir que la ventolina emanaba del cuerpo ya desnudo, tendido a mi lado, y no de la costa brava. Permanecí tenso. No me sorprendió escuchar la voz de la mujer invitándome a tomarla. Acepté y pensé. Así es mi destino.
L.

Ley de la calle


Documentación extraviada

Es cierto que no se trata de los rollos del mar muerto ni de la piedra de Rosetta. Pero llego de pronto a la conclusión que no supe guardar en ningún lugar visible de la casa mis papeles principales. Se perdió todo. Acta de nacimiento, estudios médicos, textos propios y ajenos de importancia, álbumes de fotos que recuerdan momentos determinantes de mi vida, documento nacional de identidad, pasaporte, material probatorio, todo extraviado y para siempre. Lo que encuentro -libros, anotaciones al pasar, llaves muertas de puertas igualmente muertas- todo eso está a la mano sin cumplir función alguna. Lo principal se perdió. No puedo demostrarle a nadie ni siquiera mi existencia como no sea en estas palabras que también se borrarán un día. Hay consuelo sin embargo. También yo desapareceré tarde o temprano. Y todos los demás junto a la documentación probatoria. Consuelo de pobres. Pero consuelo al fin.
L.

sábado, 28 de julio de 2012


Apocalipsis cotidiano

Cada vez que hablo acá o en cualquier otra parte sobre mi visión más bien sombría sobre el futuro del mundo y la humanidad me tratan de apocalíptico y exagerado. Al parecer todo seguirá bien, no habrá guerras por el agua en este siglo, no se envenenará la tierra con la megaminería a cielo abierto, el hambre hará estratos pero solamente entre la gente descartable (sucios, feos, pobres y malos) y lo demás, de una manera o de otra, continuará en su mejor forma. Apocalíptico, me dicen y resuelven la cuestión. No sé si los dinosaurios hablaban pero trato de imaginar de qué hablarían un minuto antes de la desaparición completa e incomprensible de esa especie de animales gigantes y al parecer eternos e invencibles.
L. 

Sábado



Se supone que el sábado a la noche hay que hacer algo divertido. Algo que dure hasta la madrugada siguiente y donde haya un mínimo de descontrol físico y espiritual. Se supone que el domingo hay que dormir todo el día para así empezar mejor la semana que sigue. Se supone que en los casamientos hay que hacer fiestas y viajes y que en los entierros hay que llorar y poner cara de circunstancia. Se suponen demasiadas cosas en la vida, tantas que uno desearía, de pronto, no suponer ya más nada de nada sobre nada. Vivir nomás.
L.

Atrás de la puerta



Rutinas

Los trabajos, como las parejas, dan una sensación de continuidad firme y constante. La infinita repetición de bromas, paseos, acciones físicas y demás refuerzan la impresión de eternidad inconmovible. Nada va a cambiar, pensamos. No hay nada que temer. Eso ocurre quizás porque, tanto en los trabajos como en las parejas, no atendemos a los cambios imperceptibles. Si les prestáramos la atención debida llegaríamos a la conclusión de que hay un proceso en marcha, que a cada instante se están produciendo ligeras pero constantes modificaciones y que el río, en cualquier momento, caerá en catarata hacia el cielo o el abismo. Son tranquilizadoras las rutinas. Eso es innegable. Pero no habría que fiarse tanto de ellas.
L. 

viernes, 27 de julio de 2012

Reconstrucción

Tambaleas, te agachas hasta el suelo por un pedazo, luego por otro y finalmente por otro más. Intentas la reconstrucción después de un día tan largo y sucio y pesado. Te viertes, te sacudes, buscas más arriba con la mano y también abajo, luego más abajo y finalmente más abajo todavía. Intentas la reconstrucción de lo que queda del día. Levantas el teléfono y lo vuelves a dejar. Hablas de tú. Abres un libro y luego otro y finalmente otro más en la página equivocada. Intentas la reconstrucción y pides lo imposible.
L.

Rayos de sol a la hora del sol



Libros, libros y más libros


No es fácil dormir rodeado de libros. Las paredes de mi cuarto están forradas de bibliotecas ya sin capacidad de admitir un solo libro más. Nunca me puse a contar cuántos ejemplares hay en los estantes. Pero supongo que serán miles. Siento a veces sobre mí la mirada burlona de Yourcenar, Pavese, Kafka, Pessoa, Rulfo, Duras, Flaubert, Sontag o Kawabata. Escucho claramente sus carcajadas mientras me ven escribir unas pocas líneas mediocres para este blog. Todos ellos murieron hace tiempo así que no sé de qué se ríen. Pero ahí están sus palabras encerradas como pájaros más fuertes que todas las jaulas. Ellos aprendieron a soñar mejor y en la conquista del cielo o el infierno ya ganaron. Una de estas noches les prendo fuego a todos para hacerlos callar. Malditos muertos. Quedaría la opción de trabajar como ellos, en orgullosa soledad, hasta las cuatro o cinco de la madrugada. Hoy, mañana y el resto de los días que me quedan. Escribir y hacerlo bien es la única manera de sentir y entender algo de la vida. Pero ni siquiera eso aliviaría mi fastidio con estos dioses mudos que me rodean. No hay fósforo que los queme ni estante que los obligue a dormir en paz de una vez y para siempre. ¿Cómo escapar del insomnio en semejantes y tan desiguales condiciones?
L.

Muy poco



Ningún peoma, persona, película, lugar, viaje o canción cambian la vida de nadie. Pero por alguna razón, en muy determinados casos, la vuelven menos triste, menos pobre, más encantadora y feliz. Admitamos que una vida con al menos un mínimo de encanto es otra cosa. El beneficio probable no obliga a caer en el consumo o a creer que lo de afuera va a salvarnos. Es poco, muy poco, lo que nos hace falta para darle más color y calor a nuestros días.
L

jueves, 26 de julio de 2012

Firmeza y rigidez

No confundir firmeza con rigidez. Una cosa es aplicar siempre o casi siempre determinados principios, visiones del mundo, comportamientos éticos o necesarios, y hacerlo, hasta donde sea posible, con la mayor audacia y decisión. Distinto es convertir lo que se inició como un gesto resuelto en la dureza del cemento armado, la pura brutalidad sin pensamiento, la certeza transformada en dogma indiscutible. No confundir firmeza con rigidez. No matar el vuelo del pájaro libre en una foto fija, seca y tristemente definitiva.
L.

Carta desde lejos


Escena



La casa de los muertos fue vendida al menudeo. El padre ya no está en la foto. La madre no recuerda nada. La novia arroja el ramo a las estrellas. El jardinero enterró su último plantín. La entrepierna de la dama todavía está mojada. La brisa ya es viento y el viento un temporal. Oscuramente vuelan por el cielo las hojas amarillas. La tortuga descansa en paz, los divinos hijos han nacido, Adán y Eva discuten por una cuenta sin pagar. Alguien enciende una fogata y apaga los ecos. Dan un poco de pena las cortinas, los libros consumiéndose de a poco, la mesa de roble convertida en súbita ceniza. Queda una marca de uñas en el tronco, una huella de zapato en el césped y un para siempre borroneado en un papel. Va a llover, ya está lloviendo, que el último apague la luz endemoniada.
L.

Animals



Los animales viven aturdidos, no entienden nada, sólo se preocupan por sobrevivir aún desconociendo por completo lo que eso significa. Viven en el mundo como el agua entre las aguas, es decir, en un estado de inmediatez temporal y de indistinción respecto a los otros seres. Ninguna conciencia de tiempo y espacio como no sea para marcar su territorio. Los animales viven en un presente eterno. No se angustian por el futuro. Ignoran, a diferencia de nosotros, que tarde o temprano van a morir. Y aunque hagan lo necesario para comerse a otros y no ser devorados por ellos no puede decirse que lo hagan a consciencia. Los animales siguen experimentando la vida como una continuidad que nada ni nadie osará interrumpir. No debe existir en el mundo nada más inocente que ellos. ¿Por qué entonces la humanidad se empeña en exterminarlos de manera sistemática?
L.

miércoles, 25 de julio de 2012

A los jóvenes de ayer


Paula



Vuelvo a la menuda figura de Paula derivando por el bosque. La veo en un monte cubierto de plumas que al quebrarse exudan leche densa y pegajosa. Paula soltándose el pelo para volver a sujetarlo. El aire inquieto acecha en la intemperie. Sus piernas blancas. La corteza llena de mensajes. Un alambre golpea el mástil. Troncos recién talados al pie del santuario y la callada amenaza del sol en el abismo. Los jinetes continúan en máxima tensión. Ella alcanza una rama larga, la libera de espinas y se dirige hacia un claro junto al río turbulento. Un vendaval de flores la protege del mundo. La caminata se desvía en un soplo de niebla. Tal vez haya una cima, un sendero de tablas partidas por los carros, el inútil aullido de un perro. Bajar al pozo y jugar con nieve o con ceniza. Descubrir panales antiguos en los huecos, una forma de oso agitada en la espesura, el beso negado. Toco la fruta con la lengua y se deshace lentamente. No voy a llorar por un amor acabado, dice Paula en la escalera. Y yo la veo alejarse de todas las orillas.
L.

La bella durmiente

La clásica historia de la princesa hechizada sigue despertando interrogantes. Se sabe que el conjuro fue deshecho por un príncipe que en ese momento perseguía a un jabalí. La escena se desarrollaba en un bosque cubierto de flores de todos los colores. El sueño de la bella durmiente duró cien años y terminó con un beso. Más recientemente Quim Monzó, un escritor español, imaginó la misma situación pero con una variante perturbadora. El caballero desmontó del caballo, besó a la princesa tal cual lo establece la tradición y, de inmediato, ambos decidieron casarse, tener hijos y envejecer juntos. Todo parecía resuelto cuando el príncipe alzó la cabeza y descubrió que, unos veinte metros más allá, en un claro del bosque, había otra joven dormida, tan hermosa como la anterior, acostada sobre una litera de ramas y rodeada de flores de todos los colores.

Colombia vive


Relectura crítica del blog



Releo este espacio con la intención de descubrir si hay diamantes en medio de la basura. Hay casi cuatro mil quinientos textos acá. La mayoría son míos pero hay, también, más de veinte o treinta compuestos por Andrea. De sus posteos nada voy a decir porque ya fue dicho por mí y por los lectores fieles de Suspende. Son maravillosos todos y cada uno de ellos. No pasa lo mismo con los míos. Encontré ahí algunas ideas interesantes pero mal formuladas o dichas con un tonito magistral, impostado, que me molesta especialmente. Los mejores entre ellos son los que no pretenden enseñar nada, los que se resuelven apenas en la escritura misma, los que arrastran, con la forma, algún contenido inesperado. Esa es la conclusión. Debería reescribir la mayoría de mis textos y eso pienso hacer si no con todos, al menos, con la mayoría. Escribir, como suelo decir en mis cursitos, es, básicamente, reescribir. Y quien no relee y reescribe, como también suelo enseñar en mi tono magistral e impostado, está condenado a leer siempre la misma historia.
L.

martes, 24 de julio de 2012


Sin alrededor

Me dice Gloria Dubner, una astrónoma argentina, que en el principio no fue el verbo sino un punto más chico que una partícula de sal. Segundos antes del Big Bang el universo entero era algo que no hubiéramos podido ver a simple vista. Un átomo casi. O un protón. O un pedacito de nada. Le pregunté entonces qué había alrededor de ese punto más chico que una partícula de sal. Quise saber si había espacio, agua, vacío o lo que sea. Su respuesta me dejó helado. No había alrededor, me dijo muy segura y alzando el tono de voz. El alrededor, subrayó para ser todavía más clara, estaba adentro del punto. No pude seguir adelante con ese diálogo absurdo. No puedo imaginarme nada sin entorno, contorno o retorno. Desolado le pregunté entonces si sabía donde está la parada del 132.
L. 

Pensando


Fragilidad

De pronto las horas se vuelven pájaros. El mundo está lleno de cazadores dispuestos a acabar con el vuelo del ser más liviano e indefenso. Son tantas las balas perdidas y encontradas que sobrevivir a esa lluvia letal parece un milagro inconcebible. Que se pueda respirar aún, pensar alguna cosa, decir algo todavía, caminar y no caer en el abismo resulta asombroso. Fragilidad de las hojas. Fragilidad del amor y del recuerdo. Fragilidad de la pura y desnuda existencia. Adentro y afuera todo está al borde y ni siquiera se sabe cuál es el origen o destino de lo que llamamos vida. De pronto las horas se vuelven pájaros muertos. Y el tiempo es un dios mudo.
L.

lunes, 23 de julio de 2012

Sentido práctico

Problemas para manejarme con el mundo real. No sé bien cómo funcionan los cajeros, cómo se pide un crédito, cómo se arregla una canilla o un motor. Escudarme en mi dudoso carácter de poeta que vive en la alta nube no alcanza. ¿De qué cielo hablo?  Tampoco sirve aferrarme a mis relativos conocimientos intelectuales. Cocinar, arreglar artefactos, conducir autos, hacer la cola en el supermercado. Eso es lo que vale. Lo demás, las ideas, algún poema, un relato, una enseñanza de algo, un blog...No digo que se trate de cosas completamente inútiles. Pero la vida oscila entre la piedra dura y el agua blanda. Agua de verdad. Piedras de verdad. Los trámites bancarios pueden ser odiosos. Los cables del teléfono quizás no tengan el encanto de una fábula de amor. Pero, diría Lacan, la vida no es sin eso. Dicho de otro modo. Se empieza a volar caminando.
L.  

Alturas


Datos



Los franceses ven cien mil horas de programas audiovisuales a lo largo de su existencia. Eso equivale a un total de once años totalmente dedicados a una actividad esencialmente pasiva y, en muchos casos, embrutecedora. El norteamericano medio dedica más de mil quinientas horas diarias por año, fin de semana incluido, a su auto. Esa cantidad de tiempo es utilizada para conducirlo, arreglarlo, pagar la patente o hablar del tema. El 80 por ciento de los adolescentes de casi todo el mundo no saben ni pueden ya leer o estudiar en silencio. Conectan algún equipo de música o mantienen prendida la televisión en el cuarto de estudio. Siete de cada diez argentinos de entre once y diecisiete años pasan cuatro horas diarias viendo televisión solos o en familia. Casi todo el resto del tiempo, según una encuesta publicada hoy por un diario de este país,  es utilizado en un 66 por ciento para enviar y recibir mensajes de texto por celular. También para navegar por Internet y tareas afines, es decir, pasivas y, en muchos casos, embrutecedoras.
L.

Yo no he sabido nunca de su historia


domingo, 22 de julio de 2012


Ciertas canciones

Ciertas canciones, como ciertos libros, como ciertas personas, como ciertas playas, como ciertos días y ciertas noches, como tardes ciertas o falsas, como ciertas cuerdas discordantes, como ciertos conciertos, como ciertas puertas, como ciertas despedidas, como ciertos encuentros y desencuentros, como ciertos silencios, como ciertos gritos y portazos, como ciertas nubes, como ciertas olas de ciertos mares de ciertos eneros, marzos o abriles...permanecen.
L.  

Antes del vuelo


Se ve todo




En abril de 1940 un coleccionista de libros ofreció a Henry Miller cien dólares mensuales para que escribiera cuentos eróticos donde nada quede sin decir y mostrar. Dado que vivía en la mayor miseria Miller pensó un poco pero finalmente se negó. Escribir intimidades por encargo significaba para él una ocupación castradora y poco estimulante. Para colmo, armar relatos con alguien mirando las palabras desnudas por el ojo de la cerradura le quitaba toda espontaneidad y placer a la imaginación. Acto seguido Miller le propuso a Anaïs Nin, su mujer de entonces, que tomara la posta y se ocupara del asunto. Ella aceptó con el acuerdo del anciano y millonario coleccionista. Antes de cerrar trato el hombre le exigió a la autora de Delta de Venus que evitara la poesía y las descripciones no relacionadas directamente con el sexo. "Sea concreta", le ordenó. En poco tiempo la autora compuso treinta páginas de relatos eróticos a cambio de cien dólares al mes. Para ello tuvo que matar la poesía que, según sus palabras, es el último afrodisíaco que nos queda.
L.

No se ve nada


sábado, 21 de julio de 2012

El amor sabe



No se equivoca el amor. Sabe donde está su objeto. Conoce su rostro, su historia, su olor. El amor sabe. Oye una voz tibia y cariñosa pero no se engaña. No es esa. Siente caricias ardientes. Caricias que erizan la piel del más indiferente. Pero no cae en la tentación. No cae porque no son esas manos las que espera. Oye palabras, se baña en densos fluidos, todo parece como si fuera. Pero no es no es. El amor sabe que la espera puede ser larga. Sabe que hay premio al final. Y si no hay no importa. El amor está dispuesto a esperar hasta el fin. Ni siquiera en eso se equivoca.
L.

Por esa puerta



Saco fotos luego existo

En Facebook se conmueven por unas fotos donde se ve a dos jóvenes siendo torturados por policías de Salta. Parece que en la Argentina no hubieran pasado cosas en los setenta. Parece que nadie supiera que ahora, en este mismo instante, cientos de presos están siendo torturados en las cárceles bonaerenses. La fotografía digital, al alcance de todos, pasó a convertirse en prueba indiscutible de existencia. Ya hemos visto fotos tomadas por soldados estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib en Irak. Presos desnudos y amontonados, cadáveres desechos, cuerpos que son vistos como simpáticas curiosidades por los bravos y modernos combatientes. Y no sólo fascina el horror. La vida erótica, otro ejemplo, es sólo y solamente lo que puede verse en las fotografías o el video digital. La sonrisa ya no es sonrisa si no está dedicada a la cámara. No hay cenas y bailes sin el correspondiente registro fotográfico. No hubo ni hay vida real. Eso se acabó para siempre. Sólo fotos quedarán de la fiesta cruel e interminable de lo que algunos llaman vida.
L. 

Marilyn I



Las personas felices son tal vez las más desgraciadas. En eso pensaba mirando fotos inolvidables de Marilyn Monroe y leyendo fragmentos de sus cuadernos personales que acaban de ser publicados en libro. Marilyn era una mujer triste que siempre o casi siempre se mostraba alegre y exultante. Convertida en mito por los mismos que la usaron y derrumbaron ella estaba más sola que nadie. No alcanzaron ni sus tres maridos ni sus muchos y renombrados amantes. Socorro socorro -escribió-. La vida se me acerca. Y sin embargo ella reía tan fuerte y con tanta alegría que lograba engañar al auditorio. Leía novelas de Dostoiesvski y Flaubert. Leía poemas de Whitman. Canto a mí mismo. Si las personas escasamente sensibles e inteligentes tienden a hacer daño a los demás, las personas demasiado sensibles y demasiado inteligentes tienden a hacerse daño a sí mismas, escribió Antonio Tabucchi en el prólogo. Tenía cicatrices que nadie supo ver. Terminó acorralada como tantos por sus tremendas ganas de ser y existir. A sus 36 años Marilyn estaba demasiado cansada y se suicidó con pastillas en la madrugada del 4 al 5 de agosto de 1962 en su casa de Los Ángeles. Era un hogar sencillo, de aire colonial español, con pocos muebles y una inscripción en latín sobre la puerta de entrada. Cursum perficio. Aquí acaba el viaje.
L.

Marilyn II


viernes, 20 de julio de 2012

En la oficina



Cristina se pone los auriculares y canta. Está en otro mundo. Alguien le pregunta qué escucha y ella dice algo sobre una banda de rock llamada Las Pelotas. Son buenísimos, dice Pablo sin dejar de chequear sus mails. Las ventanas dan a una pared por donde suben trabajosamente unas plantas conocidas vulgarmente como enamoradas del muro. No debe ser para tanto. Nadie está enamorado de nadie en la oficina. Hace calor, todos comen algo, algunos van al baño. Los celulares se cansan de llamar y el ambiente general está dominado por el tedio. Cristina se quita los auriculares y estira su cuerpo para hablar de nada con una compañera. Los varones aprovechan para mirarle el culo y algunas chicas intercambian datos en la cocina. Llega la hora de las recetas, las bromas, los que fingen estar muy ocupados en sus tareas. Oficina. Los empleados, por ahora, están enamorados del muro. Para empezar ya es algo.
L.

Juan y María


Antílope

El antílope caminaba cojeando en el fango. Cuando estaba a punto de tocar la orilla del estanque las fauces de un cocodrilo aparecieron en escena y se adhirieron a la pata trasera izquierda del animal. Cerré los ojos y me aferré a la esperanza de una muerte inmediata. Cuando los abrí estaba sentada en una silla de masajes de un salón de belleza. Una mujer joven, de cabello rubio y ojos de color almendra, sumergía mis manos en una vasija llena de agua. “¿Está muy duro, cariño?”, decía mientras delineaba las uñas y les quitaba la cutícula con una tijera muy fina. “Bueno, mi amor, estos son los colores de esmalte que tengo”, agregó segundos después. El antílope seguramente murió y ahora estaban los delfines, que saltan sin oficio o, quizás, con el único objetivo de alcanzar lo inalcanzable.
Andrea

Mi mejor amiga I


Mi mejor amiga II

Mi mejor amiga no sabe que hoy es el día del amigo. Si lo supiera le molestaría mucho que justo hoy la llamara o le enviara un mensaje con una de esas frases hechas de las que tanto nos reímos. Ella es amiga de verdad. Eso quiere decir que el vínculo que nos une vale por sí mismo. No requiere de títulos, florcitas, canciones y demás formalidades. No depende de nada. La relación que construimos es imbatible. Raramente nos vemos. No vamos a tomar café. Hablamos por teléfono una que otra vez. Y en esas conversaciones nos dedicamos a pensar juntos tal o cual asunto, es decir, no intercambiamos noticias, no nos contamos historias personales, no perdemos tiempo en hojear los diarios. Hasta es posible que María y yo no volvamos a hablar o vernos durante diez o veinte años más. Ella es mi mejor amiga. Yo soy su mejor amigo. Eso nos libera para siempre de insufribles ceremonias y, sobre todo, de palabras inútiles.
L.

jueves, 19 de julio de 2012


Gramática francesa

Estudié francés hasta el cuarto nivel del laboratorio de idiomas de la UBA. Todo más o menos bien hasta que me topé con las dificultades propias de la gramática francesa. Tiempos verbales nunca vistos, acentos raros, sintaxis más extraña aún. La cantidad de trabas que presentaba el paso al quinto nivel, por eso mismo, me acobardó. En conclusión. Abandoné el laboratorio de idiomas y me dediqué a juntar flores, dar clases sobre temas sencillos y esperar milagros en la puerta de casa. Para esa época inicié una terapia lacaniana con una mujer que se interesó mucho cuando le hablé de mis dificultades con la gramática francesa. Me dijo entonces algo que no recuerdo bien. Pero sí recuerdo el sentido de lo que me dijo. Estaba relacionado con una idea que también repite a veces mi instructor de yoga. Trabajar con la dificultad. Es el punto entre los puntos. Todo lo demás no importa. La dificultad. Hacia ahí debo dirigirme con la mayor firmeza. En ese lugar debo tratar de pasar la maldita prueba. Gramática francesa. El problema más grave de la vida, y también su alcanzable y probable solución, se resume en esas dos palabras.
L.

La viajera


Sala de embarque



Y todo ese mundo absurdo de los aeropuertos, las valijas con rueditas, los bostezos de las azafatas, ese ambiente de aquí no llegan los problemas, largas listas de ciudades en la pantalla, partidas, arribos, demoras y etcéteras. Y todo eso mientras Paula o como se llame hace la fila y yo hago como leo el diario pero la miro desde lejos como se ve a una gaviota junto antes de levantar vuelo, porque de eso se trata, de un vuelo hasta quién sabe dónde que la aleja de mí quién sabe hasta cuándo. Y verla desaparecer por fin en la sala de embarque, adonde ya no tengo acceso, ahí donde uno está y no está al mismo tiempo, esa especie de nada y nadie donde los que quedamos ya no podemos ver lo que amamos ni siquiera en la imaginación. Mujer en vuelo y hombre en tierra, una situación que por vivida no deja de ser desesperante y aún desconcertante y todo ese mundo absurdo y lleno de cohetes lanzados al espacio mientras aquí no quedan ya motivos para irse, quedarse o resistir.
L.

El adivino


miércoles, 18 de julio de 2012

Los premios

Por razones ajenas a nuestra voluntad nos estamos demorando en entregar los libros a los cinco seleccionados como resultado de nuestro tercer concurso literario. Pedimos disculpas a todos y aclaramos que, como ya ocurrió en los dos concursos anteriores, también éste cumplirá con sus promesas más temprano que tarde. Dos de ellas ya se hicieron efectivas. Publicación de los textos en un blog especial y su difusión, también, en un periódico de psicología, Campo Grupal, que se consigue en los quioscos. Sólo pedimos un poco de paciencia para el envío y recepción de los libros ya elegidos.
L.

Experiencia textual



Para componer una novela erótica no es imprescindible que el autor haya perdido la virginidad. Con no poca frecuencia hombres y mujeres experimentados en la cama son bochornosos escribiendo. No pasa lo mismo, a veces, con autores vírgenes en la vida pero muy potentes cuando hacen uso y abuso de la palabra. Casi lo único valioso a la hora de escribir buenos libros es la experiencia textual.
L.

martes, 17 de julio de 2012

Ganas de amar


Los viejos

Los viejos no saben que son viejos. De ahí su mayor asombro y desconcierto. En general no tienen más de 18 o 22 años, miran a las mujeres como las miraban a esa edad, no entienden el desprecio casi absoluto que los rodea por su aspecto desaliñado, sus arrugas, sus temblores evidentes al cruzar las grandes avenidas. Los viejos no registran cómo ni cuándo ocurrieron los hechos. El reloj de sol da sombra en todas partes y ellos, que apenas acaban de nacer, descubren algo que sólo ellos saben y que, como casi todas las cosas de este mundo, no tiene nombre ni sentido ni explicación.
L.

Altura y pelos

El techo del mundo, una montaña de 8.848 metros de altura conocida como Everest, se está convirtiendo en una trampa mortal. Miles de hombres y mujeres, la mayoría sin entrenamiento, quieren alcanzar la cima como si en eso se les jugara algo central. Nadie sabe si están huyendo, qué sueñan, por qué lo hacen. Las aglomeraciones que se producen en la altura del Everest recuerdan a los estadios de fútbol y a los centros comerciales. El 10 por ciento de los montañistas cae en el intento. Ya se produjeron 226 muertes confirmadas por agotamiento o escasa preparación. Entre el 19 y el 20 de mayo de este año murieron siete personas. Se quedaron sin oxígeno. ¿Qué les pasa? ¿Son suicidas tímidos o heroicos? ¿Huyen de alguna cosa? ¿Qué buscan tan alto y tan lejos que no tengan más cerca y más abajo?
L.

domingo, 15 de julio de 2012

Nada que decir

Escribo porque estoy acá y me gustaría estar allá. Escribo porque me siento mal. O porque me siento bien. Escribo para saber qué escribiría si escribiera. Escribo con el cuerpo.  Escribo para no perderme en lo cotidiano. Escribo porque sé que todos moriremos. Escribo para no tener que salir del cuarto. Escribo para darle palabras a lo que no se deja nombrar. Escribo para volver a casa. 
Escribo para decir que no tengo nada que decir.
L.

Andrea por Andrea



Para narrarme a mí tendría que narrar a mi abuela Adela, huérfana por culpa de la guerra bipartidista, y a mi abuelo Noé, huérfano por culpa de una partera del Santander. Tendría que narrar a mi padre corriendo con los pies descalzos por las calles del pueblo de su infancia -luego transitaría por esas mismas calles montado en un auto último modelo y quienes lo golpearon de niño le dirían ahora patrón-. Debería entonces narrar a mi madre y su único año de libertad en un convento. Podría –o debería- narrar a mi tío y sus dos muertes. Y a mi tía y su amor homosexual. Para narrarme a mí tendría que explicar por qué mi otro abuelo se quitó dos dientes del frente y por qué cuando vi a mi otra abuela en su ataúd sentí que ya la había visto antes. Sería paso obligado, también, hablar sobre los distintos matrimonios entre primos; los embarazos secretos; la obsesión de mi familia paterna por las uñas de los pies bien cortadas. Es complicado narrarme. Mejor ser escueta. Nací el 30 de mayo de 1983. Soy abogada y poco a poco fui dejando de escribir.
A.

Domingo en Lisboa


¿Para qué sirve escribir bien?

Leo sin énfasis notas periodísticas, carteles publicitarios, mails y cosas así. La cantidad de errores y confusiones me confunde. Llego a dudar sobre la utilidad de la escritura. Llego a pensar si no será bueno volver de una vez a los tiempos de las hordas primitivas, unos doscientos mil años atrás, volver a comunicarnos con gritos, gestos, palos, piedras.  Prenderle fuego a los libros, como hicieron los nazis o los militares de la última dictadura argentina, y que hablen solamente la picana eléctrica, los mensajes de texto, las ideas sanas y la psicología positiva.  Pero al rato me calmo, abro un libro de Felisberto Hernández y otro de Clarice Lispector, y, no sé por qué, lo que antes era un puño crispado en mi alma se ablanda hasta convertirse, insensiblemente, en una flor abierta y perfumada.
L.