Los críticos la mataron. Dijeron, como dicen siempre los que no saben observar el detalle singular, más de lo mismo, es decir, más del Woody Allen que ya conocíamos. No pienso igual. Amor en Roma es una buena película. Su frivolidad aparente no es tal. Hay ahí una crítica dura y justa al periodismo, a los famosos de telgopor, al amor visto como nueva deidad, al exhibicionismo en todas sus formas. Es cierto que ayudan cosas como el cuerpo explosivo de Penélope Cruz. Sus volúmenes sinuosos no entran ya en vestido alguno. Pero la película, más allá de todo y de todas, es buena por donde se la mire. Hasta en el título. Si la palabra amor puede leerse al revés como el nombre de una ciudad de Italia, bueno, eso ya significa algo.
L.
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